Aceptando el Mensaje.

 

 

Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?
Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces?
(Juan, 6:28-29)

Años atrás, participamos junto a un par congregaciones más, en un retiro de un fin de semana para compartir La Palabra de Dios, experiencias, y el estar juntos en buena y agradable armonía.

Se invitó, además de los ya mencionados, a unos hermanos norteamericanos, para que compartieran con nosotros sus experiencias como misioneros en un país del que no recuerdo si era del centro o norte de Europa; experiencias que expusieron a través de una serie transparencias, gráficos, bosquejos, fotografías y abundante material didáctico; siguiendo con interés todos los asistentes por la fama que les precedía, las explicaciones de estos hermanos del Nuevo Continente.

Pero resulta, que al día siguiente me propusieron a mí compartir algunas de mis experiencias a la luz de La Palabra, sin que nadie lo supiera previamente.

Y como nadie, salvo los organizadores, sabía quién iba a ser el conferenciante en ese día, todos los participantes al evento asistieron, pero cuando anunciaron que iba a ser yo el que iba a desarrollar la conferencia, sin ningún disimulo la mayoría de los asistentes se levantaron de sus asientos y se fueron, quedándose tan solamente los que me conocían (los más cercanos a mí) y algún curioso que otro más. Posiblemente, (las cosas como son) de no haber sido yo el ponente también me hubiese ido.

Se marcharon al dar por sentado, que al ser un perfecto desconocido, (aún lo soy) en los ambientes evangélicos, mi experiencia y por lo tanto mi exposición iba a ser un tostón, es decir además de pesada aburrida. Al final la experiencia fue para mí, al recordar la frase o sentencia, que en una ocasión oí pronunciar a alguien:

No se acepta el mensaje, si antes no se acepta al mensajero.

Y precisamente uno de los problemas más serios con los que se encontró Jesús, fue el que le aceptaran como al enviado (mensajero) del Padre, para que aceptaran su mensaje. Enviado ( Mesías) que habían estado esperando durante mucho tiempo, y a pesar de que no se cansó de repetir que era Él al que esperaban, una gran mayoría no le creyó:

También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto, ni tenéis su palabra morando en vosotros; porque a quien él envió, vosotros no creéis. (Juan, 5:37-38)

Y les costaba creer a Jesús, por la imagen que se habían hecho del tan esperado Mesías. De ninguna manera podían aceptar que Jesús el hijo de José el carpintero y de María, que se había criado con ellos, y jugado con sus hijos, fuera el Cordero de Dios que iba a quitar el pecado del mundo. (Juan, 1:29)

El hijo de un humilde carpintero de Nazaret, ¿qué mensaje podría traer? Alguien sin ningún tipo de preparación, ni estudios, (según ellos) ¿qué les podía enseñar? (Mateo, 13:53-58)

Un joven de tan solo 30 años, al que habían visto crecer y trabajar junto a su padre, y tal vez junto a sus hermanos, ser el Hijo de Dios era nada menos que imposible; debía estar loco o endemoniado. (Juan, 8:47-49)

Sin embargo dejó muy claro por todo lo que hizo de que era el Mesías, a pesar de que muchos no aceptaron su mensaje. (Juan, 10:37-39)

No se podía aceptar el mensaje de alguien, (dijera lo que dijera) que las autoridades religiosas y expertos en la materia rechazaban. Era Jesús, un mensajero sin caché, ni pedigrí a los ojos de los entendidos de la época. Por lo tanto su mensaje no podía ser válido y tenía que desecharse al igual que al mensajero. Y como todos sabemos, fue desechado. (Hechos, 2:22-24)

Y aunque nos cueste aceptarlo, aún seguimos desechando a Jesús como lo desecharon algunos hace más de 2000 años, al no recibir a los que él envía. Porque al no tener muy claro quienes son o habernos formado una idea equivocada de ellos, no les aceptamos como mensajeros y menos aún aceptamos su mensaje. (Juan, 13:20)

Saliendo generalmente recibir, como a mensajeros de Dios, los que tienen un importante respaldo de alguna importante organización o se mueven aparentemente en “altas esferas espirituales” en las que a todos sin excepción, nos gustaría movernos; y sin preguntarnos si han sido o son enviados por el Señor, aceptamos su mensaje a pie juntillas. (Mateo, 11:2-4)

Exponiendo en muchas ocasiones, (no siempre) en mi opinión, un mensaje en el que siempre parece que falta algo, sin saber exactamente el qué; porqué, vez tras vez, y venga quien venga, siempre, se nos trae una nueva enseñanza y una unción más fresca. Dándonos a entender, que la que habíamos recibido ya no vale o no era tan fresca como se nos dijo. Quedando convencidos que a través de los que exponen el nuevo mensaje, vamos a conseguir o ya hemos conseguida la plenitud deseada. (2ª Cort. 11:3-4) 

Pero esto será hasta que vengan otros con otra unción aún más fresca y una nueva enseñanza; de ahí ese “algo” que opino falta en algunos mensajes. Cuando el mensaje de Dios, que tal como aparece en Las Escrituras es tan poco complicado y pleno  a la vez,  que hasta un niño si fuera enviado por el Señor, podría ser su mensajero, para que con todo su candor y sencillez lo diera a conocer sin más, al mundo:

… Jesús, vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio. (Marcos, 1:14-15)

Todo lo demás, aunque no soy quien para decirlo, tal vez, sea solo para “salpimentar” el mensaje. Pero que nos puede llevar finalmente, atendiendo a nuestro propio criterio y escuela, a decidir, pasando por alto algunos principios bíblicos, quienes son los mensajeros de Dios, para aceptar su mensaje.

Que el Señor nos dé la sabiduría necesaria, para poder retener lo bueno, una vez que hayamos examinado todo lo que se nos ha enseñado, mostrado y ofrecido.(1ª Tesa. 5:19-21)

 

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

2 comentarios sobre “Aceptando el Mensaje.

  1. Me he llevado en alguna ocasión la sorpresa de oír mensajes impactantes de hermanos, de los que no se esperaba nada, y de otros que se esperaba mucho, por su nombre y fama, solo chistes y anécdotas, brillando el mesaje por su ausencia; aunque muchos estaban encantados.

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