En los negocios del Padre.

 

 

 

Tuve la oportunidad de visitar una pequeña industria metalúrgica de la que es propietario un amigo de juventud. Es esta una empresa familiar en la que trabajan además de varios empleados sus tres hijos, que son los que prácticamente la hacen funcionar, y funcionar bien.

Me contó Juan, (mi amigo) que cada uno de sus hijos está al cargo de una sección de las tres que dispone la empresa: administración, talleres y montaje; y que él prácticamente solo se dedica a supervisar los trabajos, confiando plenamente en la capacidad y dedicación de sus hijos, que integrados totalmente en el negocio, día a día, lo hacen prosperar. Se siente satisfecho y feliz, porque el negocio que él inició sus hijos lo continúan.

Y creo que no solo yo conozco empresas de este tipo, muchos de los que lean el presente artículo seguro que conocerán algunas parecidas, al igual que también conocerán otras que habiendo sido durante mucho tiempo ejemplares y prósperas, al dejarla en manos de sus hijos, por jubilación, retiro de los padres u otros motivos, la han llevado a la ruina hasta hacerla desaparecer, dilapidando por desidia o mala administración, lo conseguido con mucho esfuerzo por sus predecesores. (Lucas, 7:35)

Viniendome a la memoria al hablar con Juan, lo acontecido a Jesús cuando a la edad de 12 años fue llevado por sus padres a Jerusalén, para celebrar la Pascua. Relato que encontramos en el evangelio de Lucas. (Lucas 2: 41-52)

Así que una vez llegué a casa, y después de haber leído lo que recordé mientras estaba en el taller de mi amigo, comencé a meditar sobre el contenido de esta porción de la Palabra de Dios, observando que como buenos judíos los padres de Jesús (María y José) cumpliendo al pié de la letra con los preceptos de ley de Moisés subían a Jerusalén en cada una de las fiestas establecidas por el Señor (Éxodo, 23:14-17) y que Jesús no solo, (cuando tuvo edad para ello) comenzó a cumplir con dichos preceptos, sino que se involucró en ”toda la ley de Dios”, cuando creyéndole perdido sus padres regresaron preocupados a Jerusalén buscándole, y que al hallarle, Jesús, les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?

Y que a pesar de que sus “padres” eran nada menos que José y María, no entendieron que su hijo se implicara desde tan joven en asuntos tan serios y con personas tan bien preparadas y “sesudas” como eran los doctores de la ley que conversaban con Jesús.

Pues bien, hasta este momento no me había parado a pensar sobre este tema, el de los negocios de mi (nuestro) Padre celestial; así que lo primero que hice fue cerciorarme de que era hijo de Dios, buscando mi partida de nacimiento (espiritual) en la Biblia:

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. (Juan, 1:12-13)

Y como hace años recibí al Señor Jesús y creo en su nombre, al leer estos versos, (aunque ya lo sabía) puedo afirmar con total convencimiento que soy un hijo de Dios. Asegurándomelo aún más lo siguiente:

El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (Rom. 8:16)

Ahora lo que necesitaba saber era qué tipo de negocios tiene mi (nuestro) Padre Celestial, para que como hijo implicarme plenamente en ellos y descubrí que tiene varios, pero que el más importante es: El que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. (1ª Tim. 2:1-4)

Negocio este, que como hijo me incumbe, al igual que compete al resto mis hermanos en Cristo Jesús. Es un negocio familiar que a todos, como hijos, nos concierne. Pensando que sería bueno además de conveniente que dedicásemos el tiempo necesario para “sacar adelante no solo este, sino todos los negocios de nuestro Padre”. (Juan, 6:27)

Aunque sé, que mucha gente, incluso parte de nuestros familiares mas directos, (al igual que le pasó a Jesús) no va a entender que queramos implicarnos tanto en las cosas del Señor. A muchos les parecerá que con asistir a los cultos y leer la Biblia, es mas que suficiente: ¿No eres salvo, para que mas? (nos dirán) Pero la prioridad de todo hijo de Dios que se precie, se diga lo que se diga, debe ser guardar toda La Palabra de Dios y darla a conocer, para que el negocio de nuestro Padre vaya viento en popa. Y para ello, necesita que sus hijos se vuelquen en todo tiempo y en todo lugar, en dar a conocer las bondades de ese negocio. (1ª Cor. 15:58)

Y que al igual que sucede con los hijos de mi amigo Juan, en el taller metalúrgico; cada uno de los hijos de Dios debe buscar su lugar, prepararse y dedicarse de lleno a lo mejor que sepa hacer, para que el negocio de nuestro Padre funcione correctamente, prospere y sea de bendición, atrayendo a otros muchos a integrarse como hijos en ese negocio. (Efesios, 4:11-13)

Porque a pesar de que haya muchos trabajando en la obra de Dios, no todos son hijos de Dios, (con todo el respeto lo digo) sino que son asalariados; sin implicarse o comprometerse mas allá de lo necesario, atraídos solo para medrar en lo económico y en lo personal, o para acallar su conciencia. (Fil. 1:15-16)

Por lo tanto, cuando lleguemos o si llegamos a entender el amor del Padre para con nosotros al considerarnos como a sus hijos, con todo lo que ello implica, no dudaremos en afirmar al igual que lo hizo el Primogénito del Padre, que en los negocios de nuestro Padre nos es necesario estar.

Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como el es. (1ª Juan, 3:1-2)

Que el Señor bendiga a todos aquellos de sus hijos dedicados en cuerpo, alma y espíritu en dar a conocer y expandir su Reino. (1ª Pedro, 1:13-16)

 

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

Un comentario sobre “En los negocios del Padre.

  1. !Amen¡ y la seguridad mayor que tenemos, es que SI somos guiados por el ESPIRITU ( no por el alma ni por la carne), entonces somos hijos de Dios; Y los dones, pero MAS IMPORTANTEMENTE, los frutos del Espiritu fluiran en nosotros. El 95% de los cristianos estan satisfechos por ser «salvos» y estan en el atrio, no en la Casa o famlia de DIOS. SOLO el 3% estan dispuestos a entrar a la CASA y someterse al gobierno de la iglesia de CRISTO (los cinco pilares, los cinco ministerios) solo el 2% entraran al LUGAR SANTISIMO como el CUERPO CORPORATIVO DEL VARON PERFECTO Y ESTOS SON LOS HIJOS DE DIOS, ¿esta fácil no?

    Dr. Santiago Lastra

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