Obedecer o no Obedecer, esa es la cuestión.

 

 

Hay para los que quieran seguir al Señor dos actitudes muy elementales que les van a ayudar a alcanzar o a no llegar a alcanzar, las promesas de Dios.

Estas son la obediencia y la desobediencia. Así de simple.

Entendiendo el término obediencia, según se define en Wikipedia como: “el que escucha” y desobediencia como: “el que no quiere escuchar”.

Así que vamos a tomar como ejemplo, tanto para la obediencia como para la desobediencia, lo que le aconteció al pueblo de Israel después de su salida de Egipto:

Israel que durante 430 años vivió bajo esclavitud en Egipto, de la noche a la mañana se vio libre de ese yugo de manera muy singular; el mismo Dios les liberó, mostrándoles todo su poder y gloria a través de milagros nunca vistos hasta entonces.

Llevándolos el Señor hasta las mismas puertas de Canaan, tierra que durante años les había asegurado que les iba a entregar. Promesa hecha en primer lugar a Abraham, a Isaac y a Jacob, alcanzando a todos sus descendientes.

Pero que estos, temerosos y acobardados, no se atrevieron a tomar posesión de ella, a pesar de que el Señor les aseguró que iba a ir por delante de ellos, allanándoles el camino. Pudiendo mas en ellos la mentalidad de esclavos que de Egipto se trajeron, que atender a la Palabra que Dios les dio. (Deut. 1:19-33)

Teniendo que regresar cabizbajos y vencidos al desierto, al desobedecer el mandato de Dios, para estar vagando y dando vueltas y más vueltas durante 40 años, alrededor de un territorio que les era hostil, pero en el cual, el Señor nunca les dejó ni abandonó, cuidándoles y alimentándoles, sin que les faltara ni vestido y menos aún calzado. Pero sin poder llegar a disfrutar plenamente de las promesas de Dios, “al no querer escucharle”, al no obedecerle. (Josué, 5:6)

Actitud igual a la de Israel, es la que poseemos muchos cristianos, que deseando disfrutar de todas las promesas de Dios no llegamos a conseguirlo; dando vueltas y más vueltas, sin avanzar en nuestro caminar en Cristo, a pesar de estar convencidos de haber alcanzado (eso si) la salvación que ofrece Jesucristo y del cuidado que este nos dispensa, anhelando el poder disfrutar siempre de su presencia y de todo aquello que le acompaña, es decir de su gloria. Impidiéndolo en gran manera racionamientos que son fruto de la mentalidad (natural) que teníamos antes de conocer a Cristo. (Efesios, 2:1-3)   Mentalidad (de esclavos) de la que no nos hemos deshecho totalmente y que no nos permite (espiritualmente) entender y asumir que somos hijos de Dios y por lo tanto herederos de sus promesas, de todas sus promesas.

Impedimento que es simplemente desobediencia acompañada de una dosis muy alta de incredulidad.

Lo contrario a lo anterior, es la obediencia, que al sí querer “escuchar al Señor”, nos ayuda a despojarnos totalmente de todas aquellas limitaciones y pensamientos que en el pasado nos esclavizaron, al creer mas a Dios que a nuestros propios pensamientos.

Así que sería conveniente que viésemos también el ejemplo que nos ofrece Josué, [versi]6 6:1-16[/versi] que obedeciendo a Dios, no dudó en llevar a cabo todo lo que este le dijo, incluso dar vueltas y más vueltas alrededor de la ciudad de Jericó, aunque pareciera un sin sentido. Un sin sentido, que le llevó por “escuchar a Dios”, a tomar posesión y disfrutar, aunque con esfuerzo y lucha, de todo aquello que Dios le había prometido.

Porque es la obediencia, la actitud que nos lleva a confiar plenamente en el Señor, sin tener en cuenta los contratiempos y las adversidades (reales o imaginarias) con que nos vayamos a encontrar, asumiendo nuestra condición de hijos y por lo tanto herederos. Sin ningún tipo de temor, para que cuando Él nos lo indique dar vueltas alrededor, insistentemente, (Josué, 6:1-16) hasta hacer caer, todo aquello que nos quiera impedir o cortar el paso, a que podamos disfrutar de lo que según el Señor nos pertenece. (2ª Cort. 10:3-5)

Así que, de nosotros depende el seguir dando vueltas (en parte convencidos de lo que hacemos) alrededor de nuestras dudas, de nuestros miedos, de doctrinas de hombres, del que dirán, del que pensarán y de cosas semejantes para no llegar ninguna parte, o confiando en La Palabra de Dios y en el poder de su fuerza, dar vueltas, (aunque parezca una locura) al mandato del Señor, alrededor de cualquier tipo de fortaleza, hasta derribarla, para conseguir alcanzar sus promesas. Porque esa es la cuestión, obedecer para hacer lo que nunca hicimos y ver lo que nunca vimos, o desobedecer para seguir repitiendo, lo que siempre hicimos y vimos.

Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.
Como son mas altos los cielos que la tierra, así son mis caminos, mas altos que vuestros caminos, y mis pensamientos mas que vuestros pensamientos.
Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.
(Isaías, 55:8-11)

 

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

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