Sirviendo al Señor

 

 

Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. (Hechos, 20:28) 

Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto;   no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.  (1 Pedro 5:2-3)

Hace unos años mi padre con 77 años de edad, tuvo que ser intervenido quirúrgicamente. Los médicos creyeron necesaria esa intervención, de no hacerla, posiblemente moriría.

Desde que se nos dijo la seriedad de la operación quirúrgica, tanto mi esposa como yo, pusimos la situación en manos de Dios

La operación fue un éxito, pero al tener mi padre una edad avanzada, para facilitar su recuperación, y ayudarle en sus necesidades vitales, siempre había alguien vigilante a su lado, especialmente durante la noche.

Se nos advirtió que su vida podía depender (casi exclusivamente) de una sonda que le habían colocado, ya que este tipo de enfermos, debido a su avanzada edad, inconscientemente, por las molestias que les ocasiona, tienden a quitársela.

La primer noche, la de mas peligro, después de 24 horas de observación en la planta de quirófanos, mi esposa la pasó en la cabecera de mi padre, vigilando su sueño.

La segunda noche me tocó a mí, todo iba bien, hasta que a las tres de la madrugada y sin darme cuenta, vi a mi padre con la sonda en su mano derecha, literalmente, se la había arrancado; no sé si me dormí o me distraje, lo que sí sé, es que no estuve lo suficientemente atento.

Se me había advertido lo importante y necesario que era mi cometido y fallé.

Gracias a Dios, que se la pudieron colocar de nuevo, sin necesidad de una nueva intervención.

Esa noche vi muy claro la responsabilidad de un siervo de Dios. Fue como si el Señor utilizase este incidente, para mostrarme la responsabilidad que como obrero de Dios debía asumir.

Me vino a la mente, el verso 12 del capítulo 17 del evangelio de S. Juan, sobre todo esta porción. . . . a los que me diste yo los guardé y ninguno de ellos se perdió. . . . (Juan 17:12)

MI EXPERIENCIA

Cuando recién convertido sentí al llamado de Dios para mi vida, quería vivir y trabajar para El; quería servirle y serle útil.

Cuando después de algunos años llegó el momento, hice una lista con las personas que «yo quería» que el Señor tocase. Al cabo de un tiempo, tuve que rehacer la lista con las personas que «el Señor tocaba» lo curioso era, que no coincidían ambas listas.

Era una alegría y un gozo que el Señor añadiera los que tenían que ser salvos. El señor no nos enviaba cantidades, si no que iban viniendo poco a poco.

Una madrugada, orando en un cerro donde se divisa mi ciudad, sentí que tenía que orar personalmente por cada uno de los que el Señor había añadido; eran pocos, ocho o diez personas en total, sabía incluso el orden por quien comenzar a orar.

Fue una sorpresa para mí, y aún mas para ellos. El Señor iba mostrando heridas y pecados ocultos, incluso de la niñez, que tenían que salir a la luz.

Pensaba, (entonces) que una vez que el Señor añadía cualquier persona a la iglesia, ya estaba todo hecho. Tuve que admitir muy a mi pesar, que estas personas, estos hermanos, necesitaban de mis cuidados y de mi atención. (Me sentía satisfecho predicando y estudiando la Palabra, sin más.)

Era yo, el responsable (no lo sabía) ante Dios de esas personas. Y una vez que conocía lo que el Señor había hecho por ellos, al soltar sus ataduras, tendría que estar vigilante para que continuasen creciendo en Cristo.

Desde que fui consciente de mi responsabilidad, la intercesión y la oración por cada uno de ellos, además del estudio de la Palabra y mi relación con el Señor, se incrementó, ayudándome a mantenerme alerta.

Un obrero de Dios no puede permitirse echar “una cabezadita”. (Proverbios 24:30-35) Debido a que nuestro adversario, el diablo, desea que nos relajemos, susurrándonos constantemente “para que tanta oración y tanto estudio de la Palabra” porque, ¿si ya lo hizo todo Cristo, que más puedes hacer tu?

Pero, cuanto más oremos y velemos, más vigilantes estaremos atendiendo la parte del rebaño que el Señor nos ha confiado.

Jesucristo mismo recomendó a sus primeros discípulos, que velasen y orasen, para no caer en tentación. (Mateo 26:41)

Esta recomendación del Señor se debe a que la tentación puede venir de muy distintas maneras, aunque especialmente hay una muy sutil, que es la confianza en nosotros mismos, esta, fácilmente nos puede llevar a la relajación. Tendemos a relajarnos, cuando confiamos demasiado en nosotros mismos o en nuestras facultades.

Además, debemos de tener en cuenta: Que la palabra velar significa: ver, cuidar, proteger y defender. Que somos del Señor y trabajamos para Él y por Él. Que nuestro trabajo no es un empleo secular de 40 horas semanales, de lunes a viernes. Que todo nuestro tiempo pertenece y es del Señor.

Así que, hermanos en Cristo, si el Señor nos ha dado trabajo como administradores de su grey, debemos tener muy en cuenta los siguientes versos:

Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos. (1 Corintios 16:13)

Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. (1 Pedro 5:8).

Que el Señor bendiga a todos los que con corazón sincero, trabajan para Él, velando por todos y cada uno de los que Jesucristo les ha confiado.

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

Un comentario sobre “Sirviendo al Señor

  1. EFECTIVAMENTE Y SOBRE TODO EL SERVICIO HACIA EL PUEBLO DE DIOS INFANTIL Y EL QUE HABRA DE VENIR A SU REINO. BENDICIONES HNO. ANTONIO.

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