Una Nueva Dimensión.

 

 

Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.  (1ª Pedro, 1:15-16)

En varias ocasiones, hermanos bien intencionados, han orado por mi esposa y por mí, diciéndonos que el Señor quería llevarnos a otra dimensión y a otro nivel.

Inmediatamente asumimos, mejor dicho nuestra mente asumió, que íbamos a convertirnos en ”triunfadores espirituales”, llevando a cientos o a miles a los pies de Jesucristo al hacer el Señor a través de nosotros infinidad de maravillas y milagros, al igual que hacen otros en distintas partes del mundo.

Porque cuando se menciona “otra dimensión u otro nivel” se supone que se van a alcanzar posiciones elevadas de poder espiritual que no se tenían y que se añoraban. Nadie llega a pensar que la dimensión o el nivel en cuestión, puede ser descendente en vez de ascendente. Lo asociamos siempre a pasar a un grado superior.

En honor a la verdad, me hubiera gustado poder llegar a conseguir, lo que me dijeron que iba a conseguir. No ha sido por falta de fe, porque convencido, lo creí a pié juntillas. (Hebreos 11:1)

Lo que pasó, fue que interpreté mal lo que me dijeron, al haber puesto los ojos, mis ojos, en mi propia gloria (lo que podía llegar a ser y hacer) y no en la Gloria de Dios. Como la gran mayoría, aunque se lo callen.

El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor.  (Mateo, 10:24)

Y el Señor nos llevó (aún nos está llevando) a otra dimensión y a otro nivel, pero no al que en un principio creímos, sino a la dimensión en la que deben estar los discípulos de Jesucristo, nivel que ha muchos no les agrada, aunque digan lo contrario, porque no permanecen en él.

Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.  (Lucas 14:27)

El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.  (1ª Juan, 2:6)

La dimensión que nos gusta, porque da prestigio espiritual, es la que enaltece a nuestro también espiritual ego; la que nos hace codearnos con todos aquellos que les encanta ocupar los primeros lugares y que se hacen llamar “padres” sin importarles que la Palabra de Dios diga lo contrario:

Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos.
Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.
  (Mateo, 23:8- 10)

Así que, quiero compartirles una experiencia que tuvimos mi esposa y yo relacionada sobre alcanzar una nueva dimensión:

Años atrás leímos un libro en que el autor, relataba la forma correcta de pedirle las cosas a Dios, de entrar en una nueva dimensión. Durante un tiempo este hombre le pidió al Señor una bicicleta, y al ver que no obtenía respuesta a su pedido, le preguntó al Señor: “Señor, tú dices en tu palabra que todo lo que pidamos en el nombre de Jesús nos lo darás, te estoy pidiendo una bicicleta para evangelizar y no me respondes” ¿Por qué no me respondes? Al fin le respondió el Señor diciéndole: “Porque estoy esperando que me especifiques qué tipo de bicicleta y que accesorios deseas para ella”.

Así que una vez recibida la información de Dios, le pidió el modelo, color y accesorios y tuvo la bicicleta, simplemente porque halló la forma de entrar en otra dimensión, animando a sus lectores a que le imitaran, para entrar en la nueva dimensión, que entendía era espiritual.

Al leer esto en el libro, cada vez que teníamos oportunidad mi esposa y yo nos parábamos delante de una casa que estaba en venta; casa que queríamos adquirir para la obra de Dios. Le pedimos al Señor, vez tras vez, que era esa la casa que queríamos y se la describíamos con todo lujo de detalles y con mucha fe, para que no se confundiera y nos diera otra. En el libro en cuestión se describía la forma de entrar en esa dimensión, la dimensión de conseguir cosas de Dios, y a ella nos ceñimos. La casa, finalmente, a pesar de nuestras súplicas y ruegos se vendió a otras personas. ¿Fue porque pedimos mal o porque no llegamos a entrar en la dimensión adecuada?  (Santiago, 4:3-4)

Esta experiencia fue una lección para nosotros, a partir de ahí, aprendimos a buscar la dirección del Señor de manera personal para nuestras vidas, al entender que lo que le sucedía a otros no era precisamente necesario, que nos tuviera que suceder a nosotros.

De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras.
Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme. Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar? Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste? Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.
  (Juan, 21:18-22)

Comprendimos que la dimensión a la que nos quería llevar el Señor, y esta sí que es para todos en general, aunque no sea la más atrayente, es la siguiente:

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.  (Filipenses, 2:5-8)

Y a esta, que es similar a la anterior:

En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.  (Efesios, 4:22-24)

Dimensión a la que llegaremos (si es que no hemos llegado aún) ayudados por Espíritu Santo y teniendo como hoja de ruta, toda La Palabra de Dios.

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.  (2ª Tesa. 3:16-17)

Porque La Palabra es muy clara al respecto, en cuanto en cual dimensión (o nivel) nos quiere encontrar nuestro Señor y que permanezcamos en ella:

Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados. (Isaías, 57:15)

Es bueno permanecer en la dimensión que Dios ha estimado conveniente para nosotros, es mucho más que bueno, porque es la voluntad del Señor que nos rescató y al que le debemos obediencia.

Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.  (1ª Cort. 10:12)

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

 

6 comentarios sobre “Una Nueva Dimensión.

  1. Es un gozo ver que hay personas que entienden las dimensiones espirituales de manera tan sencilla y atendible.
    Es cierto que cuando se escuchan las palabras otra dimensión, otro nivel, se piensa poco más que vas a rascar el cielo, pero la dimensión en que el ESPÍRITU Santo trabaja tiene mucho más que ver con el fruto y el carácter. Muchas gracias Antonio por aportar siempre una pizca de espíritu de sensatez.

  2. Dios le siga ministrando de Su Santo Espíritu y Su sabiduría. Amén.
    Todos los artículos que usted manda son una gran bendición para la congregación que pastoreo en la iglesia local en Reparto Nuevo Vista Alegre, de Santiago de Cuba.
    Que el Señor le siga ministrando en Su santa y divina voluntad. Amén.

  3. Sin duda un mensaje edificante. Está claro que esa dimensión que anhelamos la conseguimos cuando tenemos una verdadera comunión con el Espíritu Santo de Dios, y la logramos, cuando alineamos nuestro pensamientos, nuestras emociones y nuestra voluntad, a la voluntad del Padre. Cuando morimos a la carne, y llevamos una vida plena en Cristo Jesús.

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