Caminando sobre las Aguas

 

 

El porqué de este artículo

Hace unas fechas tuve la oportunidad, de poder compartir durante unas horas con un varón al que no había visto desde hacía 39 años. Nos conocimos durante nuestro servicio militar en el cuartel de instrucción de marinería, y nos separamos una vez que nos destinaron a distintos buques y a distintas bases navales. Solo nos vimos después de esto, una sola vez.

Siempre he guardado un grato recuerdo de él. Y siempre me he preguntado que habría sido de mi compañero de «mili».

Sucedió que, recientemente despertó en mi de nuevo su recuerdo, y decidí introducir su nombre y apellidos en un buscador de Internet, y para mi sorpresa, en una organización profesional de asesores financieros, había alguien que tenía el mismo nombre y los mismos apellidos que mi compañero de “mili”, debido a esto, envié inmediatamente un correo electrónico a la dirección que figuraba en la página web de dicha organización, ya que esa persona figuraba como vocal de ella, por si realmente fuera mi compañero o se trataba de una coincidencia.

Unos pocos días después, recibí una llamada telefónica, que me sorprendió, era el camarada de mi juventud. Así que después de varias conversaciones telefónicas y unos cuantos correos electrónicos, decidimos vernos a mitad de camino, de nuestros respectivos domicilios, ya que vivimos a unos 600 Km., uno del otro.

Emocionados al vernos después de tantos años, nos fundimos en un fuerte abrazo, sin fijarnos, en el cambio que los años habían producido en nosotros.

Y hablamos y hablamos, durante varias horas.

Me contó entre otras muchas cosas, que ya no era el revolucionario escéptico que quería cambiar el mundo, ahora era un ferviente seguidor de Cristo. Le conté también entre otras muchas mas cosas, que ya no era yo el sindicalista ateo, que vivía para la practica del judo, y que también había conocido a Jesucristo, y que además, era pastor evangélico.

Me dijo, que quería caminar sobre las aguas. Le dije que podía hacerlo.

Nos despedimos, tomando cada uno el tren que nos iba a llevar a casa. Y quedamos en vernos en otra ocasión, esperando que no volvieran a pasar otros 39 años para ello.

Los días posteriores a este encuentro, recordando todo lo que compartimos,(sobre todo, lo de caminar sobre las aguas) sentí leer de nuevo, la experiencia del apóstol Pedro, en su intento de caminar sobre las aguas, experiencia que se encuentra en el evangelio de S. Mateo, y que a continuación transcribo:

En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto despedía ala multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Y ya la barca estaba en medio del mar, azotado por las olas; porque el viento era contrario.  
Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero enseguida Jesús les habló diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y el dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús extendiendo la mano asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Porqué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo; Verdaderamente eres Hijo de Dios. (Mateo, 14: 22-33)

Mi reflexión

Como acabamos de leer, de todos lo discípulos, que iban en la barca, solo Pedro, después de haber superado el miedo y la sorpresa de ver a su Señor caminando sobre el agua, se atrevió a pedirle, que él también quería caminar sobre el mar, y lo hizo a la indicación de Jesucristo.

Pedro, fue el único que saltó de la barca, y caminó sobre las aguas a pesar de que comenzara a hundirse. El resto de discípulos se quedaron mirando.

La verdad es que no solo a mi camarada de juventud, le gustaría caminar sobre las aguas, mucha mas gente lo desea, y lo cierto es que se puede.

Porque, cuando alguien es tocado por el amor de Dios, se produce tal cambio en él, que piensa que todos en su entorno sienten lo mismo, creyendo que las cosas van a cambiar de forma inminente, y comienza caminar sobre las aguas de su pasado, de sus frustraciones y de cosa semejantes, incluso de sus pecados.

Pero al tiempo, y tal vez, al enfriarse el primer amor, se da cuenta, que bajo sus pies las aguas se vuelven bravías, y a su alrededor, el viento de los problemas que suponía había dejado de existir, regresa con mas virulencia, y comienza, (mejor dicho) comenzamos a hundirnos en las aguas.

Ahí, es cuando (si en verdad Dios tocó nuestro corazón) caemos de rodillas, clamando al Señor, para que nos salve de la situación en la que nos encontramos.

Entonces es cuando, el Señor, extiende su mano y nos socorre, ayudándonos a caminar sobre el mar.

Caminar sobre el mar implica, creer y confiar plenamente en Jesús.

También se puede dar el caso haberlo intentado, (caminar sobre las aguas) cuando, durante nuestra vida cristiana los ritos, costumbres y cosas semejantes, (que no sirven para nada) nos han conducido a la monotonía y al aburrimiento y decidimos sin contar con nadie (es decir con Jesús) saltar de la barca y caminar sobre el mar, simplemente por lo que dijo el Señor Jesús:

De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores, porque yo voy al Padre.  (Juan, 14:12).

Pero al ver que nos hundíamos, regresamos a toda prisa a la seguridad de la barca, donde se encontraban el resto de discípulos, observándonos y tal vez, moviendo la cabeza, por nuestra falta de sentido común, al dejar la seguridad de la barca y lanzarnos a la aventura, de caminar sobre el mar. Porque no se trata de competir con Jesús, ni de demostrar nada a nadie, interpretando indebidamente las palabras que el Señor Jesús dirigió a sus discípulos.

Se trata simplemente, de que al aceptar la invitación de nuestro Señor Jesucristo, a caminar sobre las aguas, estamos fijando no ya solo nuestros ojos en Cristo, sino nuestros cinco sentidos en él; sin desviar nuestra mirada, ni prestar atención, a cualquier viento contrario, que intente hacernos perder la certeza del nuevo nacimiento y la seguridad de la salvación, que hemos obtenido por el mismo Señor Jesucristo.

Caminar sobre las aguas, es alzarse en fe por medio del Espíritu Santo, a la altura que el Señor Jesucristo nos elevó a través de su cruz, para que llenos de Él, (1ª Cor. 2:12) podamos llegar a conseguir todas y cada una de sus promesas, ciertamente garantizadas a todos los que en Él crean.

Promesas que nos llevan a ver, entrar y comprender, el Reino de Dios. Reino que no consiste en palabras, sino en justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.

Así que, si lo crees, tu también puedes caminar sobre las aguas ¿lo deseas? ¿Si? pues adelante, lo vas a conseguir.

Amén y amén.

 

Que la  Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.