El valor de la obediencia.

 

Al estar siendo cuestionada la autoridad apostólica de Pablo, no ve ningún inconveniente en confrontar la desobediencia, cuando aquellos que dicen que obedecen a Jesús, decidan también obedecer a los que el Señor (bajo su autoridad) ha comisionado, y en este caso a él mismo, porque la obediencia (como sabemos) se aprende.

Pues, aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.

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Conocimiento de Dios.

Desea san Pedro, apóstol de Jesucristo, que todos los creyentes lleguen alcanzar mediante la fe, conocimiento real de Dios y de nuestro Señor Jesucristo para dejar de estar ociosos y sin fruto espiritual, Indicando para ello los pasos a seguir:

1 Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra:  2 Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. 

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El creer.

Una vez que el Señor Jesús hubo alimentado a más de 5000 personas con cinco panes de cebada y dos peces, y haber sanado a muchos, la gente comenzó a seguirle, no por las señales que como Mesías hizo, sino porque habían comido (gratis) hasta saciarse, por lo que el Señor les dijo:

… De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.

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Aprender, recibir, oír y ver.

Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros. (Filipenses, 4:9)

Recomienda, el apóstol Pablo a los filipenses, como referente que había sido para ellos, a no olvidar lo que aprendieron, recibieron, oyeron y vieron en él.

Porque, como aprender, es la capacidad de adquirir conocimiento, al recibir los filipenses con agrado lo que san Pablo les comunicó sobre el evangelio del Reino, y habiendo prestado la debida atención a sus enseñanzas, en cuanto la obra de Dios, además de haber visto su proceder como apóstol de Jesucristo, les insta a no ser olvidadizos en todo lo aprendido, recibido, oído y visto en él, para que el Dios de paz estuviera con ellos.

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La medida de la fe.

Hace una par de semanas leyendo la carta a los romanos, “me quedé varado” en unos versículos que debido al auge que ha tomado lo profético, dejando atrás lo apostólico, pareciera ser, que contrario a lo que dice la Biblia, todos son profetas. (1 Cor. 12:29)

Los versículos en cuestión son los siguientes:

Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.

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Para que seas prosperado.

 

A todos, o casi a todos los que estamos al servicio del Señor, en alguna ocasión, alguien, en el nombre del Señor nos animó “a hacer nuestras” las palabras que el Dios Eterno dirigió a Josué, sucesor de Moisés:  

Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.

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Un deseo.

En la tercera de las epístolas del apóstol Juan, dirigiéndose, como anciano que era, a un querido hermano, llamado Gayo, le expresa en pocas palabras, el anhelo que, en cuanto a él, llenaba su corazón: 

Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. (3 Juan, 1:2)

Que, simplificándolo un poco más, este sería el sentido: Querido Gayo, así como espiritualmente vas a más, ruego a Dios, que tengas salud y que todos tus asuntos te vayan bien. 

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