Amor gratuito.

Encontramos en la Biblia algunos mandamientos del Señor Jesucristo, que, aunque nos son muy conocidos, solemos pasarlos por alto, como, por ejemplo:

Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.

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Sazonando con sal.

En esencia, sazonar es el proceso de añadir condimentos a los alimentos, con el propósito de realzar su sabor.

La sal, proporciona a los alimentos uno de los sabores básicos, que es posible percibir debido a que la sal, modifica tanto el sabor, como el aroma de los alimentos.

El apóstol Pablo, recomienda, en la carta que dirige a los colosenses y, por ende, a todos los que seguimos sus pasos, que “andemos sabiamente con los de afuera” es decir con los que queremos alcanzar para el Señor Jesucristo.

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Las zorras pequeñas.

Encontramos en el precioso poema de Cantares, un verso que a priori parece no “encajar” en él.  Porque en ese poema se describe el ideal de Dios sobre el amor, entre un hombre y una mujer, dentro del matrimonio. 

Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; Porque nuestras viñas están en cierne. (Cantares, 2:15)

Verso que podría aplicarse no sólo a todo aquello que puede arruinar el inicio de una vida conyugal sana, sino a las distintas facetas que a lo largo de nuestra vida tendremos que afrontar.

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El Tabernáculo restaurado.

Al regresar Pablo y Bernabé de su primer viaje misionero, se dispuso que ambos subiesen a Jerusalén, debido a la controversia   formada con los “nuevos convertidos no judíos” al no estar muy seguros algunos judíos como enfrentar la conversión de los gentiles.

Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos. 

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Tardos para oír.

Mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar… (Sant. 1:19)

Hace unas fechas, me contó una hermana en Cristo una visión que, en plena noche, mientras dormía la hizo despertar; no fue un sueño, me dijo, fue una visión:

“Vi un rostro humano que estaba frente a mí, al principio me asusté, porque ese rostro tenía unas orejas tan pequeñas que casi no se distinguían, y una boca tan grande, que distorsionaba el rostro”.

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Corazones engordados.

 

Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. (Santiago, 5:5)

No es mi intención “aislar” este verso del pasaje de Santiago, porque sé muy bien, “que todo texto fuera de contexto, es un pretexto”. Pero también sé, que el Señor habla a través de las Escrituras, por lo que entendí, que debería meditar sobre el versículo citado, porque sin ser ricos, podemos desear vivir lujosamente (en deleites) y estar relajados (disolutos) al menos en parte, en cuanto a “las cosas de Dios”.

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Rahab, la ramera de Jericó.

 Josué hijo de Nun envió desde Sitim dos espías secretamente, diciéndoles: Andad, reconoced la tierra, y a Jericó. Y ellos fueron, y entraron en casa de una ramera que se llamaba Rahab, y posaron allí…

Así da comienzo el capítulo 2 del libro de Josué, donde se relata lo acontecido a los dos hombres que Josué, sucesor de Moisés envió a reconocer la tierra prometida por Jehová a los israelitas.

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Dos mandamientos

Imagen del artículo dos mandamientos

Una de las tantas cosas que me agradan del Señor Jesús, es la manera tan sencilla y breve, que no por ello profundas, explica y enseña principios y verdades bíblicas para que puedan ser entendidas y aceptadas por cualquier persona, sin importar educación, cultura o condición social.

Como sucedió al preguntarle un escriba, cuál era el primer mandamiento de todos; respondiéndole el Señor no solo sobre el primer mandamiento, sino también sobre el segundo, ya que ambos están entrelazados:

Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?

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Un discípulo llamado Eliseo.

Cuarenta días después de haber resucitado y antes de ascender a los cielos, tuvo el Señor Jesús una pequeña conversación con los once discípulos que él escogió y preparó, comisionándoles para que continuaran con la obra que él inició, diciéndoles…

Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.

 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

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Sabios y entendidos.

Expone en su epístola universal, Santiago (Jacobo) hermano de Jesús (Marcos, 6:3) temas muy prácticos para la conducta cristiana. Entre ellos, por lo interesante, hay uno que trata sobre quien es o puede ser, entre los que nos consideramos creyentes, sabio y entendido.  Y de esto, muy brevemente, vamos a tratar.

Recomienda Santiago a lo largo de todo el capítulo 3 de su epístola, que tengamos mucho cuidado del uso que hacemos de la lengua, porque es un fuego de maldad y muy difícil de sujetar o dominar.

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¿NO PUDO JESÚS?

Regresaba el Señor Jesús a su tierra, después de haber predicado, enseñado y sanado a muchos en distintos lugares de Israel, y al llegar se encuentra con la desagradable sorpresa que a pesar de admirarse de su sabiduría y de los milagros que había hecho en otros lugares, los suyos, no lo aceptaban. Es decir, le cuestionaban. Y como el cuestionar, da paso a la incredulidad, no pudo el Señor Jesús hacer ningún milagro entre sus paisanos, tal como lo relata Marcos en su evangelio.

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El libro de la Ley.

 

El templo de Jehová, en Jerusalén, estaba prácticamente en ruinas debido al abandono y a la desidia de los distintos reyes de Judá. Necesitaba ser restaurado y rehabilitado, por lo que el joven rey Josías encargó al gobernador de Jerusalén, que consiguiera las personas y los medios necesarios para su total reparación y restauración. (2 Crón. 34:8-13)

Durante el transcurso de las obras, se encontraron con algo que ni los mismos sacerdotes aparentemente, sabían que existía. 

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Abinadab y Obed-edom.

Una vez que los israelitas salieron de Egipto, ya en el desierto, el Señor dirigiéndose a Moisés le dice que quería que hicieran un santuario para habitar en medio de su pueblo.  Y que, en ese santuario, cuyo diseño le iba a mostrar, depositaran un arca, desde donde el Señor se revelaría y hablaría con Moisés.  Arca, que el Señor también diseñó:

Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos.

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Obediencia, igual a servicio.

Como estudiante de la Biblia, al meditar en la Palabra de Dios, reconozco que, en ocasiones, al tener ocupada la mente en otras cosas, no le saco “el néctar o jugo” que ella ofrece.

En una de esas ocasiones, “pasé por alto” que, guardar los mandamientos del Señor, (Juan, 14:15) implica, inexcusablemente (si es que le amamos) el estar o entrar a su servicio. 

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La abundancia del corazón.

Mateo, en su evangelio, nos dice que recorría el Señor Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y dolencia en el pueblo. (Mateo, 4:23)

Pero no sólo enseñaba y predicaba en las sinagogas, sino que lo hacía en cualquier lugar donde hubiera gente, incluso en campo abierto, como sucedió una vez que hubo escogido a los doce que iban a ser sus discípulos:  Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades.

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El nieto de HUR.

Al leer en Éxodo que el Señor le dijo a Moisés que el joven Bezaleel, hijo de Uri y nieto de Hur, había sido escogido para dirigir la construcción del Tabernáculo de Reunión y todos sus utensilios, cuyo diseño  el Señor le había mostrado a Moisés,  (Éxodo, 25:1-9) me vino a la mente, el testimonio de un hermano que, de niño, su abuelita iba a buscarle a su casa, y de la mano, le llevaba con ella a la iglesia, y allí, aunque pequeño, el Señor le tocó el corazón.

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Echa mano….

 

En la primera de las epístolas que Pablo dirige a su discípulo Timoteo, al estar este al cargo de la obra en Éfeso, que, al ser Éfeso, en ese tiempo, el mayor centro de adoración de la diosa Diana, le recuerda entre otras cosas lo siguiente:

Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.

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El valor de la obediencia.

 

Al estar siendo cuestionada la autoridad apostólica de Pablo, no ve ningún inconveniente en confrontar la desobediencia, cuando aquellos que dicen que obedecen a Jesús, decidan también obedecer a los que el Señor (bajo su autoridad) ha comisionado, y en este caso a él mismo, porque la obediencia (como sabemos) se aprende.

Pues, aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.

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Conocimiento de Dios.

Desea san Pedro, apóstol de Jesucristo, que todos los creyentes lleguen alcanzar mediante la fe, conocimiento real de Dios y de nuestro Señor Jesucristo para dejar de estar ociosos y sin fruto espiritual, Indicando para ello los pasos a seguir:

1 Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra:  2 Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. 

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El creer.

Una vez que el Señor Jesús hubo alimentado a más de 5000 personas con cinco panes de cebada y dos peces, y haber sanado a muchos, la gente comenzó a seguirle, no por las señales que como Mesías hizo, sino porque habían comido (gratis) hasta saciarse, por lo que el Señor les dijo:

… De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.

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Aprender, recibir, oír y ver.

Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros. (Filipenses, 4:9)

Recomienda, el apóstol Pablo a los filipenses, como referente que había sido para ellos, a no olvidar lo que aprendieron, recibieron, oyeron y vieron en él.

Porque, como aprender, es la capacidad de adquirir conocimiento, al recibir los filipenses con agrado lo que san Pablo les comunicó sobre el evangelio del Reino, y habiendo prestado la debida atención a sus enseñanzas, en cuanto la obra de Dios, además de haber visto su proceder como apóstol de Jesucristo, les insta a no ser olvidadizos en todo lo aprendido, recibido, oído y visto en él, para que el Dios de paz estuviera con ellos.

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La medida de la fe.

Hace una par de semanas leyendo la carta a los romanos, “me quedé varado” en unos versículos que debido al auge que ha tomado lo profético, dejando atrás lo apostólico, pareciera ser, que contrario a lo que dice la Biblia, todos son profetas. (1 Cor. 12:29)

Los versículos en cuestión son los siguientes:

Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.

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Para que seas prosperado.

 

A todos, o casi a todos los que estamos al servicio del Señor, en alguna ocasión, alguien, en el nombre del Señor nos animó “a hacer nuestras” las palabras que el Dios Eterno dirigió a Josué, sucesor de Moisés:  

Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.

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Un deseo.

En la tercera de las epístolas del apóstol Juan, dirigiéndose, como anciano que era, a un querido hermano, llamado Gayo, le expresa en pocas palabras, el anhelo que, en cuanto a él, llenaba su corazón: 

Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. (3 Juan, 1:2)

Que, simplificándolo un poco más, este sería el sentido: Querido Gayo, así como espiritualmente vas a más, ruego a Dios, que tengas salud y que todos tus asuntos te vayan bien. 

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