Sabios y entendidos.

Expone en su epístola universal, Santiago (Jacobo) hermano de Jesús (Marcos, 6:3) temas muy prácticos para la conducta cristiana. Entre ellos, por lo interesante, hay uno que trata sobre quien es o puede ser, entre los que nos consideramos creyentes, sabio y entendido.  Y de esto, muy brevemente, vamos a tratar.

Recomienda Santiago a lo largo de todo el capítulo 3 de su epístola, que tengamos mucho cuidado del uso que hacemos de la lengua, porque es un fuego de maldad y muy difícil de sujetar o dominar. De tal manera, sigue diciendo Santiago, que con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a nuestros semejantes, que están hechos a la semejanza de Dios. (Sant. 3:5-9)

Por lo que deberíamos, al creernos maestros de la palabra algunos de nosotros, tener mucho cuidado con lo que decimos y con lo que hacemos, porque puede traernos graves consecuencias al utilizar indebidamente y sin control, las palabras que utilizamos:

Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. (Sant. 3:1-2)

Y como de lo que se trata, es de aprender a través de la exhortación que hace Santiago, sobre el   mal uso (para que lo corrijamos) que se hace de la lengua, señala de manera explícita, algo que, por evidente, nos debería avergonzar: De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.  ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?  Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.  (Sant. 3:10-12)

Por lo que, pregunta Santiago, a los receptores de su carta, (tanto a los de entonces como a los de ahora) que si hay alguien capaz que pueda hacer las cosas con la humildad que da la sabiduría, que lo demuestre con sus hechos: ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. (Sant. 3:13)

Ya que, como el principio de la sabiduría es el temor de Jehová, sabio, es aquel, al que el Señor da, no solo sabiduría para ganar almas (Prov. 11:30) si no, virtud, buen juicio, sentido común y sensatez para juzgar las cosas.

…. Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia.  El provee de sana sabiduría a los rectos; Es escudo a los que caminan rectamente.  Es el que guarda las veredas del juicio, y preserva el camino de sus santos. Entonces entenderás justicia, juicio y equidad, y todo buen camino. (Prov. 2:6-9)

Y como el adjetivo entendido, que significa (del latín) “dirigirse o extenderse hacia dentro” se podría asegurar, que, alguien entendido es aquel que, guiado por el Señor,  ha adquirido,  al apropiárselo, amplio y profundo conocimiento de un tema,  asunto o situación.

Oirá el sabio, y aumentará el saber, y el entendido adquirirá consejo, para entender proverbio y declaración, palabras de sabios, y sus dichos profundos. El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.  (Prov. 1:5-7)

Por lo que, al parecer, se pueden  considerar sabios y entendidos, todos aquellos que, sujetos al Espíritu Santo, al meditar, guardar y llevar a cabo toda la Palabra de Dios, además  de controlar  la lengua, pueden  guardar sus corazones y pensamientos en Cristo Jesús, (Fil. 4:6-7) para obrar en consecuencia.  Porque así esta escrito:

¡Oh, ¡cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.

Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, porque siempre están conmigo.

Más que todos mis enseñadores he entendido, porque tus testimonios son mi meditación.

Más que los viejos he entendido, porque he guardado tus mandamientos; De todo mal camino contuve mis pies, para guardar tu palabra.

No me aparté de tus juicios, porque tú me enseñaste. (Salmos, 119:97-102)

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

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