El Tabernáculo restaurado.

Al regresar Pablo y Bernabé de su primer viaje misionero, se dispuso que ambos subiesen a Jerusalén, debido a la controversia   formada con los “nuevos convertidos no judíos” al no estar muy seguros algunos judíos como enfrentar la conversión de los gentiles.

Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos. 

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Tardos para oír.

Mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar… (Sant. 1:19)

Hace unas fechas, me contó una hermana en Cristo una visión que, en plena noche, mientras dormía la hizo despertar; no fue un sueño, me dijo, fue una visión:

“Vi un rostro humano que estaba frente a mí, al principio me asusté, porque ese rostro tenía unas orejas tan pequeñas que casi no se distinguían, y una boca tan grande, que distorsionaba el rostro”.

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Corazones engordados.

 

Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. (Santiago, 5:5)

No es mi intención “aislar” este verso del pasaje de Santiago, porque sé muy bien, “que todo texto fuera de contexto, es un pretexto”. Pero también sé, que el Señor habla a través de las Escrituras, por lo que entendí, que debería meditar sobre el versículo citado, porque sin ser ricos, podemos desear vivir lujosamente (en deleites) y estar relajados (disolutos) al menos en parte, en cuanto a “las cosas de Dios”.

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