El libro de la Ley.

 

El templo de Jehová, en Jerusalén, estaba prácticamente en ruinas debido al abandono y a la desidia de los distintos reyes de Judá. Necesitaba ser restaurado y rehabilitado, por lo que el joven rey Josías encargó al gobernador de Jerusalén, que consiguiera las personas y los medios necesarios para su total reparación y restauración. (2 Crón. 34:8-13)

Durante el transcurso de las obras, se encontraron con algo que ni los mismos sacerdotes aparentemente, sabían que existía. 

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Abinadab y Obed-edom.

Una vez que los israelitas salieron de Egipto, ya en el desierto, el Señor dirigiéndose a Moisés le dice que quería que hicieran un santuario para habitar en medio de su pueblo.  Y que, en ese santuario, cuyo diseño le iba a mostrar, depositaran un arca, desde donde el Señor se revelaría y hablaría con Moisés.  Arca, que el Señor también diseñó:

Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos.

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Obediencia, igual a servicio.

Como estudiante de la Biblia, al meditar en la Palabra de Dios, reconozco que, en ocasiones, al tener ocupada la mente en otras cosas, no le saco “el néctar o jugo” que ella ofrece.

En una de esas ocasiones, “pasé por alto” que, guardar los mandamientos del Señor, (Juan, 14:15) implica, inexcusablemente (si es que le amamos) el estar o entrar a su servicio. 

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La abundancia del corazón.

Mateo, en su evangelio, nos dice que recorría el Señor Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y dolencia en el pueblo. (Mateo, 4:23)

Pero no sólo enseñaba y predicaba en las sinagogas, sino que lo hacía en cualquier lugar donde hubiera gente, incluso en campo abierto, como sucedió una vez que hubo escogido a los doce que iban a ser sus discípulos:  Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades.

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El nieto de HUR.

Al leer en Éxodo que el Señor le dijo a Moisés que el joven Bezaleel, hijo de Uri y nieto de Hur, había sido escogido para dirigir la construcción del Tabernáculo de Reunión y todos sus utensilios, cuyo diseño  el Señor le había mostrado a Moisés,  (Éxodo, 25:1-9) me vino a la mente, el testimonio de un hermano que, de niño, su abuelita iba a buscarle a su casa, y de la mano, le llevaba con ella a la iglesia, y allí, aunque pequeño, el Señor le tocó el corazón.

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Echa mano….

 

En la primera de las epístolas que Pablo dirige a su discípulo Timoteo, al estar este al cargo de la obra en Éfeso, que, al ser Éfeso, en ese tiempo, el mayor centro de adoración de la diosa Diana, le recuerda entre otras cosas lo siguiente:

Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.

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