
El templo de Jehová, en Jerusalén, estaba prácticamente en ruinas debido al abandono y a la desidia de los distintos reyes de Judá. Necesitaba ser restaurado y rehabilitado, por lo que el joven rey Josías encargó al gobernador de Jerusalén, que consiguiera las personas y los medios necesarios para su total reparación y restauración. (2 Crón. 34:8-13)
Durante el transcurso de las obras, se encontraron con algo que ni los mismos sacerdotes aparentemente, sabían que existía.