El valor de la obediencia.

 

Al estar siendo cuestionada la autoridad apostólica de Pablo, no ve ningún inconveniente en confrontar la desobediencia, cuando aquellos que dicen que obedecen a Jesús, decidan también obedecer a los que el Señor (bajo su autoridad) ha comisionado, y en este caso a él mismo, porque la obediencia (como sabemos) se aprende.

Pues, aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.

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Conocimiento de Dios.

Desea san Pedro, apóstol de Jesucristo, que todos los creyentes lleguen alcanzar mediante la fe, conocimiento real de Dios y de nuestro Señor Jesucristo para dejar de estar ociosos y sin fruto espiritual, Indicando para ello los pasos a seguir:

1 Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra:  2 Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. 

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La medida de la fe.

Hace una par de semanas leyendo la carta a los romanos, “me quedé varado” en unos versículos que debido al auge que ha tomado lo profético, dejando atrás lo apostólico, pareciera ser, que contrario a lo que dice la Biblia, todos son profetas. (1 Cor. 12:29)

Los versículos en cuestión son los siguientes:

Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.

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Para que seas prosperado.

 

A todos, o casi a todos los que estamos al servicio del Señor, en alguna ocasión, alguien, en el nombre del Señor nos animó “a hacer nuestras” las palabras que el Dios Eterno dirigió a Josué, sucesor de Moisés:  

Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.

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Limpios por la palabra.

Llegó, recientemente a mis manos, la ilustrada respuesta de un maestro a uno de sus alumnos, al preguntarle este, el propósito de la lectura.

Relato que me hizo recordar el beneficio que produce la Biblia, que, al ser inspirada por Dios, enseña, reprende, corrige e instruye a todos aquellos que habitualmente, la leen y meditan en ella. (2 Tim. 3:16-17)

Este es el relato en cuestión:

-He leído muchos libros, pero me he olvidado de la mayoría.

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Pedir, y no recibir.

 

En la epístola universal de Santiago, se encuentra un versículo, que, durante algún tiempo me intrigó:  Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. (Santiago, 4:3)

Todo lo contrario, a lo dicho por el Señor Jesús a sus discípulos: … Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. (Juan, 16:24)

Y aunque parezca una incongruencia, porque por una parte se insta a “pedir, para recibir” y por otra, en  un regaño, “pedís, y no recibís” creo, que, las palabras que el Señor Jesús dirigió a sus discípulos, antes de ser entregado, pueden ayudarnos en este, (podríamos decir) dilema.

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