Sabios y entendidos.

Expone en su epístola universal, Santiago (Jacobo) hermano de Jesús (Marcos, 6:3) temas muy prácticos para la conducta cristiana. Entre ellos, por lo interesante, hay uno que trata sobre quien es o puede ser, entre los que nos consideramos creyentes, sabio y entendido.  Y de esto, muy brevemente, vamos a tratar.

Recomienda Santiago a lo largo de todo el capítulo 3 de su epístola, que tengamos mucho cuidado del uso que hacemos de la lengua, porque es un fuego de maldad y muy difícil de sujetar o dominar.

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¿NO PUDO JESÚS?

Regresaba el Señor Jesús a su tierra, después de haber predicado, enseñado y sanado a muchos en distintos lugares de Israel, y al llegar se encuentra con la desagradable sorpresa que a pesar de admirarse de su sabiduría y de los milagros que había hecho en otros lugares, los suyos, no lo aceptaban. Es decir, le cuestionaban. Y como el cuestionar, da paso a la incredulidad, no pudo el Señor Jesús hacer ningún milagro entre sus paisanos, tal como lo relata Marcos en su evangelio.

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El libro de la Ley.

 

El templo de Jehová, en Jerusalén, estaba prácticamente en ruinas debido al abandono y a la desidia de los distintos reyes de Judá. Necesitaba ser restaurado y rehabilitado, por lo que el joven rey Josías encargó al gobernador de Jerusalén, que consiguiera las personas y los medios necesarios para su total reparación y restauración. (2 Crón. 34:8-13)

Durante el transcurso de las obras, se encontraron con algo que ni los mismos sacerdotes aparentemente, sabían que existía. 

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Abinadab y Obed-edom.

Una vez que los israelitas salieron de Egipto, ya en el desierto, el Señor dirigiéndose a Moisés le dice que quería que hicieran un santuario para habitar en medio de su pueblo.  Y que, en ese santuario, cuyo diseño le iba a mostrar, depositaran un arca, desde donde el Señor se revelaría y hablaría con Moisés.  Arca, que el Señor también diseñó:

Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos.

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La abundancia del corazón.

Mateo, en su evangelio, nos dice que recorría el Señor Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y dolencia en el pueblo. (Mateo, 4:23)

Pero no sólo enseñaba y predicaba en las sinagogas, sino que lo hacía en cualquier lugar donde hubiera gente, incluso en campo abierto, como sucedió una vez que hubo escogido a los doce que iban a ser sus discípulos:  Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades.

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El nieto de HUR.

Al leer en Éxodo que el Señor le dijo a Moisés que el joven Bezaleel, hijo de Uri y nieto de Hur, había sido escogido para dirigir la construcción del Tabernáculo de Reunión y todos sus utensilios, cuyo diseño  el Señor le había mostrado a Moisés,  (Éxodo, 25:1-9) me vino a la mente, el testimonio de un hermano que, de niño, su abuelita iba a buscarle a su casa, y de la mano, le llevaba con ella a la iglesia, y allí, aunque pequeño, el Señor le tocó el corazón.

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