Tres Pecados.

 

 

 

¡Ay de ellos ! Porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré.    (San Judas 11)

Hace un tiempo tuve la oportunidad de estar reunido con varios varones, algunos de ellos, considerados en muchos lugares, como “grandes siervos de Dios”. Sin pretenderlo, charlando amigablemente, la conversación derivó hacia cada uno de los ministerios en los que servían; preguntándose unos a otros si conocían a tal persona, los lugares que habían visitado, lo que ocurría en los eventos en que eran invitados y cosas semejantes.

Era la primera vez que tenía oportunidad de estar entre siervos de renombre, y era todo oídos para aprender de ellos.

Entonces llegó el momento de hablar distendidamente y sin rodeos sobre un delicado tema, el de las ofrendas. Uno de ellos preguntó, que es lo que solían solicitar (pedir) cuando se les invitaba a algún evento; y como estábamos entre hermanos, podíamos compartir experiencias, opiniones y puntos de vista, con total claridad. Y así fue. Consideraron algunos de los presentes, (no todos) que debía ajustarse la cuestión económica, (a la que podríamos llamar minuta) antes se viajar, porque en muchas ocasiones, no se concretaba nada y en nada quedaba; teniendo que correr ellos mismos con todos sus gastos, así que lo mejor era que los que hacían la invitación, sufragaran además de los gastos del evento, los derivados del viaje, así como el alojamiento y la manutención, además de los distintos desplazamientos por el lugar. Y por supuesto que no faltase una ofrenda de amor, que debería ser pactada con anterioridad. De no ser así, no era conveniente aceptar la invitación. Aunque, como he apuntado anteriormente, no todos estuvieron de acuerdo.

Acabada la conversación, hubo un cambio de tarjetas de visita y nos fuimos cada uno a nuestra respectivas habitaciones.

Una vez en mi cuarto, meditando sobre todo lo que se había hablado en esa informal reunión , y en concreto en la parte final de la misma, -la de las ofrendas- recordé lo que me dijo un día, un joven (mi amigo Samuel) que años atrás junto a otros, me mostró al Jesús de la Biblia, “Antonio, muchos pastores solo toman y aplican del Antiguo Testamento, lo referente a los diezmos y ofrendas”.

También recordé las instrucciones que les dio el Señor Jesús a los doce, cuando les envió de dos en dos: Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia. (Mateo, 10: 7-8)

Lo cierto es que durante un tiempo, de entre todo lo que se habló ese día, lo único que no pude llegar a comprender, y menos asimilar, fue el énfasis dado a la parte económica. Cuando en mi opinión ese asunto debería ser secundario para todos ellos. Porque en verdad presencié personalmente como en los eventos, en que participaban, se producían sanidades, maravillas y milagros, y cientos de personas, entregaban sus vidas al Señor Jesucristo.

Así que una tarde orando, con esta inquietud en mi corazón; en la triste y desnuda habitación de un hotel, le pregunté al Señor, como podía ser que respaldara a unos hombres que utilizaban el evangelio como medio de vida; llevando una existencia regalada y algunos de ellos opulenta y de lujo. Siendo además agasajados, por gobernantes y prósperos hombres de negocios.

Cuando había otros en lugares donde ningún “siervo” quería o se atrevía ir. Olvidados, y con muy pocos medios para desarrollar su llamado y para suplir sus necesidades naturales. Hombres y mujeres, que muy pocos los tenían en cuenta y menos aún los reconocían y consideraban como verdaderos siervos de Dios; que vivían para el Evangelio y no del Evangelio.

Y no es que esté en contra de que el obrero sea digno de su salario, todo lo contrario, porque el Señor en su momento, ya me dio un toque sobre este tema. Sino que, no acertaba a comprender como el Señor no respaldaba por igual (eso es lo que creía) a todos los que se decían ser sus siervos, tuvieran medios económicos o no.

Pues bien, esa misma tarde recibí la respuesta, haciéndome entender el Señor lo siguiente: Que en verdad el utilizaba a esos hombres porque tenían poder de convocatoria y Él les permitía que utilizaran su poderoso nombre, para que muchos le conocieran y fueran salvos, además de recibir sanidades, y otras manifestaciones del poder de Dios.

Que tenía en cuenta, que en ocasiones se hacia comercio con su nombre, pero lo que a Él le importaba, era la multitud de gente que acudía a los eventos con fe para ser salva. Que pasaba por encima de “esos siervos” y que a ellos les vendría su hora si no se arrepentían a tiempo. (Ezequiel, 34: 1-10)

Comprendí además, que El si tenía en cuenta, a los que nadie tenía en cuenta, y respaldaba por igual a los que estaban en lugares donde “los grandes hombres de Dios” no se atrevían a poner la planta de sus bien calzados pies. Porque Dios no hace acepción de personas. (Hechos, 10:34)

Consolado por esta respuesta y convencido totalmente de que al Señor nada se le escapa, quedé en paz.

Aunque seguí meditando; pero en esta ocasión en el versículo que encabeza este artículo, en el que se menciona a una serie de personajes supuestamente seguidores de Jesucristo que habían incurrido en tres grandes pecados u errores doctrinales: el camino de Caín, el error de Balaam y la contradicción de Coré. Deduciendo después una larga reflexión, y desde un punto de vista muy personal, lo siguiente:

Representa el camino de Caín, a todos aquellos religiosos, que conociendo la voluntad de Dios, no tienen en cuenta ni el sacrificio, ni la sangre vertida en la cruz por el Señor Jesucristo. Enseñan y practican un evangelio diluido, en el cual la expiación no tiene ningún valor, limitándose a agradarse ellos mismo en vez de a Dios.

El error de Balaam, conduce a la popularidad y al aplauso. A quedar bien y agradar a los hombres antes que a Dios, y posiblemente a la prosperidad económica injusta, pasando por alto, la Palabra y la voluntad de Dios, a pesar de conocerla perfectamente.

La contradicción de Coré, es abrogarse la autoridad de Dios, sin habérsela concedido; auto proclamándose, apóstoles o profetas, o simplemente SIERVOS, en mayúsculas, como si de un título nobiliario se tratara. Llevando al error y a la confusión a muchos, al creerse los únicos poseedores de la verdad.

Llegando a la conclusión al hacer un símil, entre determinada parte, de lo que se habló en la informal y distendida reunión, mas arriba mencionada y el verso transcrito de la epístola de San Judas que principia y da pie a este artículo, y, teniendo muy en cuenta que lo primero, (la reunión) ocurrió unos dos mil años después de haber sido escrita dicha carta, lo único que se puede hacer es recurrir a la Palabra de Dios,…… y que ella juzgue.

El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero. (San Juan, 12:48)

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?   Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mi, hacedores de maldad.  
(Mateo, 7:21-23)

 

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

2 comentarios sobre “Tres Pecados.

  1. Sus meditaciones son profundas y bien basadas, comulgo con su punto de vista y con su conclusión. Nuestro Padre no mira detalles superfluos, El es mucho más que eso. Todo lo de fuera resulta inutil, Dios nos da en abundancia y solo pide nuestro reconocimiento como hijos de El, todo lo demas viene en añadidura.

  2. Bendiciones varón de Dios, me gustó este artículos de los tres pecados, es un buen mensaje.
    Posteriormente trataré de leer los demás artículos, ya que es el primero que leo.

    Que tengas buen día.

    Bendiciones.

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