Casa de Oración.

 

 

Sintonizo regularmente una emisora de radio cristiana. Me gusta su programación. Su contenido no es sólo musical, sino que las entrevistas, estudios bíblicos, evangelismo y demás, llenan nuestro tiempo (el mío y el de mi esposa) mientras realizamos tareas domésticas o de otro tipo.

Los domingos por la mañana retransmiten en directo un culto evangélico y, antes que este de comienzo, invitan a los oyentes a que vengan a la “casa de Dios” que se supone es el lugar donde se va celebrar el culto anunciado.

Debido a esto, me quedé pensando en lo de “la casa de Dios” porqué recordé el monumental enojo de Jesús cuando vio en que se había convertido el Templo de Jerusalén, la auténtica casa de Dios:

Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. (Mateo, 21:12-13)

Incluso se hizo un azote de cuerdas para utilizarlo tanto sobre los lomos de los hombres como de los animales, que allí se encontraban:

Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén, y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.
Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mí Padre casa de mercado. Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume.
(Juan, 2:13-17)

No sé si es correcto o no declarar que el lugar donde nos congregamos es la casa de Dios, pero lo que si se, es que en caso de creer que sea así, deberíamos darle el sentido y honor que ese título requiere e implica, que como deja muy claro el profeta Isaías, la casa de Dios, es una casa de oración; un lugar donde debería buscarse al Señor en alabanza y adoración, en pocas palabras, en oración; porque así estimó el Señor mismo, que debía ser su casa:

Y a los hijos de los extranjeros que sigan a Jehová para servirle, y que amen el nombre de Jehová para ser sus siervos; a todos los que guarden el día de reposo para no profanarlo, y abracen mi pacto, yo los llevaré a mi santo monte, y los recrearé en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos. (Isaías, 56:6-7)

Pero resulta, que la actividad menos atractiva de la “casa de oración” es precisamente la oración, y en algún caso casi inexistente, al utilizar ese espacio (la casa) para otras y diferentes actividades, desplazando a la que debería ser la principal actividad, que como todos sabemos se trata de la oración.

Jesús con su actitud, dilucida la facilidad que tenemos los hombres de cambiar las cosas. Les dijo a los de su época que habían convertido una casa en una cueva, y no cualquier casa, sino la casa de Dios en una cueva de ladrones.

Me imagino que los que hacían negocios en el Templo, lo harían en un principio para facilitarle las cosas a la gente que venía de lejos, pero que poco a poco fue degenerando hasta quedarse en una autentica área de negocios o centro comercial, dejando de lado lo primario, la oración.

Era o debía ser el Templo, un lugar de encuentro entre Dios y los hombres a través de la oración, porque lo que nos santifica y hace “mover a Dios” es la oración:

Pero ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?  Con todo, tú atenderás a la oración de tu siervo, y a su plegaria, oh Jehová Dios mío, oyendo el clamor y la oración que tu siervo hace hoy delante de ti; que estén tus ojos abiertos de noche y de día sobre esta casa, sobre este lugar del cual has dicho: Mi nombre estará allí; y que oigas la oración que tu siervo haga en este lugar. Oye, pues, la oración de tu siervo, y de tu pueblo Israel; cuando oren en este lugar, también tú lo oirás en el lugar de tu morada, en los cielos; escucha y perdona.(1ª Reyes, 8:27-30)

Y si la oración es lo que santifica y puede hacer que el Señor a través de nuestras peticiones (aunque Él todo lo sabe y no necesita que le indiquemos lo que debe hacer) haga remover o cambiar lo que a nuestros ojos parecía imposible e inamovible, ¿porqué no hacemos que la oración o mejor dicho nuestras oraciones hagan de nuestra casa (lugar de culto) una casa de oración? (Mateo, 21:22)

Pues simplemente porque estamos tan ocupados en querer agradar y distraer a los asistentes, para que no se nos vayan a otras casas con más actividades y facilidades, que casi no nos queda tiempo para agradar al Señor, a través de la oración. (1ª Pedro, 3:12)

Debido a esto, creo que tal vez sería conveniente analizar, de cuando en cuando, en qué condiciones se encuentra nuestra “casa de Dios” no sea que el Señor, tenga que aplicarnos algún correctivo para corregir lo que pudiéramos haber torcido. Aunque puede darse también el caso, que, al no recibir correctivo alguno de parte de Dios, creamos que todo va bien, cuando de lo que se trata, es que el Señor, al considerar que su casa es una casa de oración y como esta (la nuestra) no reúne los requisitos para reconocerla como tal, sin detenerse, pasa de largo.

Porque ¿Cómo va llamarse casa de Dios o casa de oración, un lugar donde apenas se ora?

Quiera Dios, que, al igual que Jacob, al ver las maravillas de Dios, al congregarnos en su nombre, con mucho temor y temblor, podamos decir: El Señor está en este lugar. No es otra cosa que casa de Dios y puerta del cielo.(Génesis, 28:16-17)

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

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