En parábolas.

 

Acercándose el Señor Jesús a sus discípulos, antes de ascender a los cielos, les dijo:  Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo, 28:18-20)

Envió el Señor Jesús, a los que fueron de sus primeros discípulos, como si de una graduación se tratara, a hacer nuevos discípulos. Debían una vez bautizados, enseñarles a guardar (obedecer) todas las cosas, que Jesús como Maestro y Señor, a ellos, les había mandado guardar y obedecer. 

Comisión, la de hacer discípulos, que no debían descuidar, según el Señor Jesús, porque un discípulo es la persona que aprende de un maestro además de   doctrina, vivencias y formas de vida para aplicarlas a su propia vida.  Y en este caso, se trataba de aprender la doctrina de Jesucristo, que, como Señor y Maestro, vivía lo que enseñaba. 

Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy.  Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. (Juan, 13:13-15)

Aunque, hubo un tiempo, cuando los doce aún eran noveles, se extrañaban que su Maestro, hablara o enseñara a la gente a través de parábolas, porque sin parábolas no les hablaba. (Mateo, 13:34) Llegando a preguntarle sus discípulos: ¿Por qué les hablas por parábolas? (Mateo, 3:10)

 A lo que el Señor Jesús les responde: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. (Mateo, 13:11)

Y probablemente, hablaría el Señor Jesús por parábolas, para motivar a todos aquellos que, interesados por sus enseñanzas, con dudas, le seguían:  Los que viendo no veían, y oyendo no oían, ni entendían.  (Mateo, 13:13) Ya que, se puede definir una parábola, como un relato tomado de la vida y/o experiencia diaria del ser humano, con el propósito de transmitir una verdad fundamental. Y en el caso del Señor Jesucristo, las parábolas se centraban principalmente en dar a conocer el reino de Dios, así como su actividad y extensión, para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: Abriré en parábolas mi boca; Declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo. (Mateo, 13:35)

Llegando a despertar a través de las parábolas, el interés de algunos de los “oyentes indecisos” que se acercaban a Jesús, como señala Marcos en su evangelio:   Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola. (Marcos, 4:10)

Seguidores u oyentes, que, al revelarles junto a los doce, los misterios del reino de los cielos, se convertirían de hecho en discípulos (Marcos, 4:11) y tal vez fueran de los sesenta que, con autoridad, el Señor Jesús mandó de dos en dos, como precursores a donde Él debía ir.

Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir. (Lucas, 10:1)

Discípulos, deseaba el Señor que se hicieran en todas las naciones para revelarles los misterios del reino de los cielos, (1 Tim. 3:16) con la condición que nacieran de nuevo para poder ver el reino de Dios, porque “lo que no se ve” difícilmente se puede comprender, según se desprende de la conversación que tuvieron una noche, Jesús y Nicodemo.

Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.  Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. (Juan, 3:1-7)

Nicodemo, también oyó “predicar” a Jesús en parábolas, porque cómo se ha señalado anteriormente sin parábolas no les hablaba, despertando de tal manera su curiosidad, que, a pesar de ser fariseo, maestro de Israel y miembro importante de su comunidad, no dudó en ir al Señor Jesús, aunque de noche, para que le explicara, y no ya en parábolas, los misterios del reino de los cielos. Que, al declarárselos, y disiparse sus dudas, le llevaron a ser uno de sus discípulos, defendiéndole ante el Sanedrín (Juan, 7:50-51) y preparando el cuerpo de Jesús para su sepultura:

También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras. Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos. (Juan, 19:39-40)

Pudiendo concluir,  que el Señor Jesús con parábolas atraía a la gente, pero como Maestro, por su  saber y autoridad, le seguían:  Hablando él estas cosas, muchos creyeron en él.  Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. (Juan, 8:30-32)

De ahí, que el Señor Jesús, quiso  que se enseñara a los nuevos discípulos, a guardar todas las cosas que él mandó, porque dejó dicho:   El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. (Juan, 14:23)

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

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