Envíados…¿Para qué?

Participé recientemente en un seminario intensivo para futuros misioneros. Se inscribieron a dicho seminario volante, hombres y mujeres de diferentes organizaciones e iglesias, pero con el mismo sentir, el de servir al Señor más allá de las fronteras nacionales.

Las clases impartidas por acreditados maestros, estaban dirigidas tanto a reforzar los fundamentos cristianos de los asistentes, como a considerar el llamado de Dios a las naciones, llevando el evangelio de Jesucristo:

Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.   (Marcos, 16:15-16)

Una vez finalizado el seminario, regresé a mi hogar contento por la gente que conocí y por el cariño mostrado unos para con otros, además de haber aprendido cosas nuevas de La Palabra; pero haciéndome una pregunta al haberse leído uno de los días del seminario, la siguiente porción del evangelio de san Juan:

Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros.
Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor.
Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío.
Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.   
(Juan, 20:19-22)

Aparece (como acabamos de leer) de repente el Señor en el lugar donde se encontraban los discípulos reunidos y una vez, hechas las comprobaciones de que era real y no una aparición al mostrarles las heridas de los clavos en las manos y el atravesado costado; les dice que de la misma manera y en las mismas condiciones que le envió el Padre, Él les enviaba. (Se supone a predicar el evangelio)

Y esta es la pregunta que vino a mi mente: ¿Cómo envió el Padre a Jesús? Porque sabía (al igual que la mayoría) para que había sido enviado, pero no tenía nada claro cómo había sido enviado.

Pero, cómo tengo más que asumido que la Biblia se comprende con la Biblia, cualquier interrogante bíblico que nos surja, también se deberá desvelar bíblicamente. ¿Verdad? Así que, al acudir a La Palabra, y en concreto al evangelio de san Lucas, entendí más exactamente cómo y para qué fue enviado el Señor:

El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor.    (Lucas, 4: 18-19)

Tarea a la que todos sabemos, se dedicó plenamente a lo largo de más de tres años por todo Israel.

Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó.  (Mateo, 4:23-24)

Y así como Él fue enviado, envía a los que Él escoge bajo la dirección del Espíritu Santo a anunciar el evangelio, a sanar a los quebrantados, a rescatar a los cautivos espirituales, a dar vista a los ciegos y a liberar a los oprimidos.

Porque la gran comisión, comprende, además de la predicación del evangelio, sanidad física y emocional, al igual que liberación de todo tipo de ataduras, cadenas y tradiciones para todo aquel que crea. Porque el evangelio, es poder de Dios, (para todo aquel que cree). (Rom. 1:16)

Y, como Jesucristo fue enviado por el Padre, para decir lo que dijo, para hacer lo que hizo y para ser lo que fue. Él envía a sus escogidos para que digan lo que Él dijo, para hacer lo que Él hizo y para que ser como Él fue.

Porque el Señor, (insisto) no envía para que se diga lo que Él no dijo, ni para hacer lo que Él no hizo, y menos para vivir como Él no vivió, a pesar de que muchos para justificar lo que dicen, hacen y viven, se apropien de la siguiente porción de La Palabra:

De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.(Juan, 14:12)

Y precisamente, porque Jesucristo está sentado a la diestra del Padre, los que en Él creen, pueden hacer las obras que Él hizo, incluso (está escrito) mayores, pero siempre que se tenga el sentir que Él tuvo, según se recomienda en La Palabra:

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.  (Filipenses, 2:5-8)

Así que, para terminar, podríamos resumir todo lo expuesto en unas pocas palabras:

El Padre envió a Jesucristo para que hiciera su voluntad; (Juan,  6:38)  y Jesucristo envía a sus discípulos, para que también ellos hagan la voluntad del Padre que le envió. (Juan, 17:18)

Porque lo único importante, es que se haga la voluntad del Padre aquí en la tierra, al igual que se hace en los cielos.  (Mateo, 6:10) 

Y ese es el sentido (según creo) de las palabras que Jesús dirigió a sus discípulos: Como me envió el Padre, (para hacer su voluntad) así también yo os envío. (Para que vosotros también la hagáis)

Lo demás es vanagloria. Que según el diccionario significa: Jactancia y presunción de los propios méritos o cualidades.

Así que el que piensa estar firme, mire que no caiga.

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

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