Espíritu Santo.

 

 

Poco antes de ser alzado el Señor Jesús a los cielos, les dijo a los que se habían reunido que serían bautizados por el Espíritu Santo. Es más, que recibirían “poder” cuando viniera sobre ellos el Espíritu Santo. (Hechos, 1: 4-9)

Cosa que sucedió tal y como todos sabemos, el día de Pentecostés. (Hechos, 2:1-4)

Fue tal el estruendo que originó la venida del Espíritu Santo, que la gente al oírlo se acercó hasta el lugar donde estaban congregados los discípulos de Jesús, para ver lo que estaba ocurriendo, y al oírles hablar en distintas lenguas (idiomas) que nunca antes habían hablado, los curiosos que se acercaron para ver lo que sucedía, creían que estaban bebidos (borrachos) por la confusión reinante. (Hechos, 2:5-6)

No dice la Biblia que los curiosos creyeron que los discípulos estaban bebidos, porque temblaban, se convulsionaban o se revolcaban por los suelos, sino porque hablaban en un lenguaje conocido por ellos, pero desconocido para los que lo hablaban. De ahí el estar atónitos y maravillados al oír hablar a los galileos en distintos idiomas y lenguas. (Hechos, 2:7-12)

Poder era lo que recibieron los discípulos acompañado de otras lenguas.

Poder como sinónimo de valentía y sabiduría, para testificar y exponer La Palabra de Dios ante unas gentes y una ciudad que les era hostil, debido a los sucesos acaecidos recientemente en ella, consiguiendo por ello que alrededor de 3000 personas se les añadieran en un solo día al aceptar el evangelio de Jesucristo. (Hechos, 2:41)

Este mismo poder, es el que encontramos en el libro de Jueces, donde se relatan casos parecidos al ocurrido el día de Pentecostés, aunque de manera individual, en los que cada vez que caía o venía sobre alguien, el Espíritu Santo, era lleno de sabiduría y valentía. Recibiendo poder para gobernar y juzgar, y para hacerle frente sin ningún tipo de temor (con valentía) a los enemigos de Israel. (Jueces. 3:10,  6:34, 14:5-6, 19)

Al igual que le ocurrió a Saúl, que cuando vino el espíritu Santo sobre él, profetizó y se produjo un cambio radical en él.(1ª  Sam. 10: 6-12)

Y lo más sorprendente es que cuando caía el Espíritu Santo sobre cualquier persona, fuese quien fuese, la única manifestación visible era la de la profecía (1ª Sam.19.18-24) y la de llenarla de valentía para hablar en el nombre del Señor. (Ezequiel, 2:1-7)

Así que una vez expuestos algunos ejemplos bíblicos de lo que se supone debiera ocurrir, y de hecho ocurría según La Palabra de Dios, cuando se era lleno del Espíritu Santo, en la actualidad, curiosamente, sucede todo lo contrario: Cuando se es bautizado o lleno del Espíritu Santo, ni se adquiere valentía y menos aún poder; en ocasiones solo lenguas desconocidas, y prácticamente nada de profecía y menos aún sabiduría. Solo una sensación de placebo espiritual, de corta duración.

Como si se tratara de una llenura insípida y desnaturalizada.

Debido a esto, sinceramente opino que deberíamos meditar y considerar, que el Señor no nos dio o no nos da el Espíritu Santo, para lucimiento personal, ni como un mar de sensaciones diversas, y menos aún de manifestaciones extrañas y comportamientos ridículos, que en ocasiones dejan mucho que desear. Manifestaciones y comportamientos que muchos de nosotros hemos podido presenciar en alguna ocasión.

El Espíritu Santo es poder de lo alto, para llevar La Palabra de Dios a las gentes, testificando con su respaldo que Jesús es una realidad y no una quimera. A la vez que es poder, para mantenerse firme en la fe y para atreverse en el nombre de Jesús a orar por los enfermos, a sacar demonios, y a llevar a cabo todo aquello que el Señor afirma que los hijos de Dios pueden y deben hacer en su nombre. (1ª  Cort. 2:3-4)

Es el que produce en los que le reciben, un cambio radical, (Juan, 7:37-39) al llevarles a toda la verdad, (Juan, 15:26-27) verdad que hace serenamente examinar, cualquier doctrina o viento de doctrina que intente establecer nuevos fundamentos a los ya establecidos en Las Sagradas Escrituras.(2ª Tesa. 4:15)

Porque de lo que se trata es, que ese mismo Espíritu Santo que vino en Pentecostés, no se haya difuminado a lo largo de los años al haberlo manipulado y utilizado para nuestros doctrinales fines. Quedando solo de él, su nombre entre nosotros; al haber hecho, debido a nuestro comportamiento, que entristecido se alejara. (Efesios, 4:30)

Así que, los que creemos en él, los que sabemos que sin él nada se puede hacer, debemos clamar al Padre para que de nuevo sea derramado sobre nosotros el Espíritu Santo, para que el tan anhelado poder de lo alto, sin ningún tipo de temor, ni sensacionalismo, nos haga ser verdaderos testigos de la obra redentora de Jesucristo nuestro Señor.

Amén y amén.

Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.

Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.  (Hechos, 4:29-31)

 

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

 

Un comentario sobre “Espíritu Santo.

  1. Pastor es una bendición leer y reflexionar sobre sus ´»artículos». Gracias por este precioso «estudio» sobre el maravilloso Espíritu Santo. Bendiciones.

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