La Gloria de Dios

Durante una larga conversación que tuvieron el Señor y Moisés, en la que se le aseguraba a este último que su presencia (la del Señor) estaba garantizada a lo largo de su peregrinar hacia la tierra prometida, le hizo Moisés al Señor, la siguiente petición: Te ruego que me muestres tu gloria.

Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo.
Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso.
Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí.
¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra?
Y Jehová dijo a Moisés: También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre.
El entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria.
(Éxodo, 33:13-18)

Y al igual que Moisés, creo que muchos de nosotros desde lo más profundo de nuestro ser, y de todo corazón, deseamos lo mismo; y como de la abundancia del corazón habla la boca, no podemos retener el que salga de nuestros labios esta simple y sincera oración: Señor, quiero ver tu gloria.

Deseo que no proviene de la humana curiosidad, (que tenemos mucha) sino que al ir afirmándose nuestra fe en Jesucristo, anhelamos más de su presencia, porque la Gloria de Dios, no es ni más ni menos que la presencia manifiesta de Dios.

Pero aquí viene lo más difícil de entender ¿Si Dios es espíritu, como podemos ver su gloria y por ende su presencia?

Así que no tenemos más remedio, que recurrir con mucho respeto a la Biblia para que nos lo resuelva.

Pues bien esta nos dice que la apariencia de la Gloria de Dios, es como un fuego abrasador:

Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte. Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel.  (Éxodo, 24:15-17)

Como el arco iris:

Como parece el arco iris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba.(Ezequiel, 1:28)

Que llena los lugares donde se le tributa culto:

Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba.  (Éxodo, 40:34-35)

Y cuando los sacerdotes salieron del santuario, la nube llenó la casa de Jehová. Y los sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová. (1ª Reyes, 8:10-11) (2ª Crón. 5:14) y (2ª Crón.  7:1-3)

Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles. (Apoc. 15:8)

Pero que puede desaparecer de los lugares donde no se le rinde el culto debido o hay pecado:

Me dijo entonces: Hijo de hombre, ¿no ves lo que éstos hacen, las grandes abominaciones que la casa de Israel hace aquí para alejarme de mi santuario? Pero vuélvete aún, y verás abominaciones mayores.   (Ezequiel, 8:6)

Entonces la gloria de Jehová se elevó de encima del umbral de la casa, y se puso sobre los querubines.(Ezequiel, 10:18)

Y la gloria de Jehová se elevó de en medio de la ciudad, y se puso sobre el monte que está al oriente de la ciudad. (Ezequiel,  11:23)  

Que sin la protección del mismo Dios, el verle en la totalidad de su gloria podía ser mortal para el que la viera:

Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá.
Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro.
(Éxodo, 33:20-23)

Que igual que se manifiesta cuando se hace su voluntad,(Lev. 9:4-6 y 9: 23-24)  también lo hace para respaldar a sus escogidos, (Éxo. 16:7 y 24:16-18)  y/o también para juicio. (Núm. 14:10-12 y 20:6-8)

Por lo tanto una vez expuestos algunos de los versos y referencias de las muchas que podemos encontrar (son numerosas) en la Biblia, deducimos que la gloria de Dios es la manifestación de la grandeza, esplendor y magnificencia de Dios. (Salmos, 19:1; 111:3; 145:1-5)

Y que esta (la gloria de Dios) nos ha sido y nos está siendo mostrada de la manera más clara, segura y eficaz a través de su hijo Jesucristo; habiéndolo anunciado con muchos años de antelación a que ocurriera, por el profeta Isaías:

Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado.  (Isaías, 40:3-5)

Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.  (Juan 1:14)

Lo cierto es que Jesús es la gloria de Dios manifestada a nosotros, para que todo aquel que en él crea, pueda alcanzar lo que ello conlleva.

Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. (2ª Cort. 4:6)

Así que, al recordar la petición de Moisés (ver la gloria de Dios) sería conveniente entender, aunque nos cueste un poquito asumirlo, que no se trataba de una visión o sensación etérea lo que deseaba Moisés; (Juan 11:40)   era mucho más. Era, «poder palpar su presencia». Y ahora ese anhelo, está al alcance de nuestras manos a través de Jesucristo:

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas. (Hebreos, 1:1-3)

Por lo tanto, Dios ya nos está mostrando su gloria a través de su Hijo Jesucristo, para que este, al igual que en el desierto la nube (de gloria) guiaba a los israelitas, nos guíe en nuestro caminar diario en él y para él.

Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo. (1ª Cort. 1:1-4)

Porque suyos son la honra, la gloria y el poder. (Apoc. 5:13)
Amén y amén.

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

2 comentarios sobre “La Gloria de Dios

  1. Amén a todo lo que has expuesto. Y gracias a Dios que nos ha permitido conocer a Jesús, el resplandor de la Gloria de Dios, y así hacernos participes de su Gloria. Excelente articulo Antonio.

  2. Gracias, por el amor de Dios, que por la fe en Jesucristo, nos ha concedido el privilegio de conocer su gloria, muy bueno. Gracias Antonio y muchas bendiciones para todos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.