La importancia de la hospitalidad.

 

Se menciona tanto en la primera de las   epístolas de Timoteo,  como en la de Tito,   que uno de los requisitos para poder entrar al servicio del Señor,  es el  de ser hospedador.

Es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; (1ª Tim. 3:2)

Es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, Sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, (Tito, 1:7-8)

Requisito este, que no es ni más ni menos que  la amabilidad y atención con que los que  quieran entrar al servicio del Señor,  deben recibir  y acoger a los visitantes en su casa o en su tierra,  y parece ser, que  es debido,  a que no se sabe  a quién y por qué motivo,  puede el Señor enviar  a alguien a nuestra casa o a nuestra tierra, en determinado momento. Entendiendo además, que no solo envía el Señor,  a hogares  o lugares donde se sirva  al Señor, sino también, a aquellos lugares donde el Señor quiere que entre su salvación, tal y como le ocurrió  a Zaqueo,  jefe de publicanos de  Jericó, y por lo tanto pecador,  según  los  fariseos y algunos más:

Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. (Lucas, 19:5-9)

Entendiendo por esto, que hay  un verbo, que entre varias opciones, lo podríamos definir como la acción de acoger a una persona que llega de fuera, o salir a encontrarse con ella o admitirla  en nuestra compañía. Es el verbo recibir. Verbo este, que según el Señor Jesucristo, para quien lo “conjugue en presente” (lo practique) le aportará  innumerables beneficios, tal y como asegura el apóstol Mateo en el evangelio que lleva su nombre y que tal como lo oyó de la boca del Señor Jesús, lo da a conocer:

El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá. 
Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.
(Mateo, 10:40-42)

Porque según  el Señor Jesús, todo acto que se haga para el bien de su obra,  tendrá su recompensa; puntualizando que el trato que se dispense a los que trabajan en ella, o a cualquiera  de sus seguidores, la  recompensa  vendrá  de manera segura, de la mano de Dios.

Y aunque  podemos encontrar muchos ejemplos en Las Escrituras, de la  manera que recompensa el Señor a los que reciben y les hacen  bien, a los que con  integridad le sirven, vamos a detenernos en lo acontecido al profeta Eliseo con una  importante señora:

Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer importante, que le invitaba insistentemente a que comiese; y cuando él pasaba por allí, venía a la casa de ella a comer. Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es varón santo de Dios Yo te ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, y pongamos allí cama, mesa, silla y candelero, para que cuando él viniere a nosotros, se quede en él. Y aconteció que un día vino él por allí, y se quedó en aquel aposento, y allí durmió. Entonces dijo a Giezi su criado: Llama a esta sunamita. Y cuando la llamó, vino ella delante de él. Dijo él entonces a Giezi: Dile: He aquí tú has estado solícita por nosotros con todo este esmero; ¿qué quieres que haga por ti? ¿Necesitas que hable por ti al rey, o al general del ejército? Y ella respondió: Yo habito en medio de mi pueblo. Y él dijo: ¿Qué, pues, haremos por ella? Y Giezi respondió: He aquí que ella no tiene hijo, y su marido es viejo. Dijo entonces: Llámala. Y él la llamó, y ella se paró a la puerta. Y él le dijo: El año que viene, por este tiempo, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío, varón de Dios, no hagas burla de tu sierva. Mas la mujer concibió, y dio a luz un hijo el año siguiente, en el tiempo que Eliseo le había dicho. (2 Reyes, 4:8-17)

Así que esta mujer por recibir a un (verdadero) profeta de Dios, recompensa de profeta recibió. Porque el Señor, como ya se ha mencionado,  siempre retribuye o compensa a los que a los suyos reciben.

Y aunque no se puede, ni se debe recibir a alguien, esperando la recompensa o retribución de Dios, como si de una mera  transacción comercial se tratara, o como un  “tú me das y yo te doy”, el que reciba a un justo, según el Señor Jesús, recompensa de justo recibirá. Recompensa que si entendemos como justo a alguien que tiene una posición correcta delante de Dios, mediante Jesucristo, la recompensa será según la necesidad, una bendición inusual para los que le hayan recibido, porque según  La Palabra,  el Señor responde al  clamor de los justos:

Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos. (Salmos, 34:15)

La boca del justo habla sabiduría, y su lengua habla justicia. (Salmos, 37:30)

Y en cuanto a los que les puedan dar  un vaso de agua fría para mitigar la  sed  de  cualquiera de los pequeñitos (discípulos) de Jesús,  simplemente por ese hecho, la salvación puede entrar en  esa casa.

El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. (Mateo, 10:40)

Así que, si alguno desea servir al Señor, buena obra desea, pero,  por todo lo  expuesto, y apoyándonos  en lo que se dice en la epístola a los hebreos, la hospitalidad,   es algo a tener muy en cuenta:

No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles. (Hebreos, 13:2)

 

 

 Que la gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

Un comentario sobre “La importancia de la hospitalidad.

  1. Bendiciones pastor muy oportuno su mensaje, porque hay mayor bendición en dar que en recibir, y como usted dice sin esperar nada a cambio porque al final la recompensa viene de lo alto. Muchas Gracias por ese mensaje. Dios le bendiga

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.