Legumbres y agua.

 

 

 

Era Daniel uno de los jóvenes que Nabucodonosor rey de Babilonia, una vez tomada Jerusalén  llevó cautivos a su reino, para ser educados en las costumbres caldeas y sirvieran delante de él.

Para ello, según relatan las Escrituras,  debían se nobles y  tener un físico agradable, además de  poseer sabiduría, ciencia y buen entendimiento  para poder  aprender con facilidad  las letras y la lengua  caldea. Y para que no perdieran  prestancia, el rey dispuso que se alimentaran de su misma comida, durante el tiempo  que durara el aprendizaje.

Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos.   Y les señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía; y que los criase tres años, para que al fin de ellos se presentasen delante del rey.  Entre éstos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá. (Daniel, 1:3-6)

Cuatro jóvenes comprometidos que se vieron en la disyuntiva de tener que elegir entre el Dios de Israel y el dios de este mundo. Dios (el de este mundo) que les ofreció por mano del rey de Babilonia el privilegio no de sentarse en la mesa del rey, pero si el comer de sus mismos manjares.   Exquisiteces  todas ellas ofrecidas (presentadas)  a dioses de oro y plata, de bronce, de hierro, de madera y  de piedra, que ni ven, ni oyen, ni saben. (Daniel, 5:1-4)

Cuatro adolescentes judíos,   a los que cambiaron el nombre,  pero no pudieron cambiarles el corazón, proponiéndose (por los motivos mencionados)  a no contaminarse (espiritualmente) con la comida  que les ofrecían. Así que rogaron que se les permitiera alimentarse de legumbres  para comer y de agua para beber  durante diez días para probarle a su tutor,  que ni su capacidad mental ni su aspecto físico sufriría    deterioro o mengua alguna, debido a la estricta dieta de legumbres y agua.

A éstos el jefe de los eunucos puso nombres: puso a Daniel, Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego.  Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse. Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos;  y dijo el jefe de los eunucos a Daniel: Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza. Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías: Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber.  Compara luego nuestros rostros con los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey, y haz después con tus siervos según veas. Consintió, pues, con ellos en esto, y probó con ellos diez días.  Y al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey. (Daniel 1:7-15)

A estos jóvenes la dieta de legumbres y agua, que duró tres años, no les acrecentó los dones que ya poseían antes de llevarlos en cautividad, sino que fue la fidelidad  y la confianza en el Dios de Israel, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, nuestro Dios,  lo que lo hizo posible; de tal manera que llegaron a superar en sabiduría e inteligencia a los más sabios del reino  Babilónico, como señalan las Escrituras.

Así, pues, Melsar se llevaba la porción de la comida de ellos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres.  A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños.  Pasados, pues, los días al fin de los cuales había dicho el rey que los trajesen, el jefe de los eunucos los trajo delante de Nabucodonosor. Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; así, pues, estuvieron delante del rey.  En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino. (Daniel, 1:16-20)

Por lo expuesto,  y por las  tres semanas  en que  Daniel muchos años después volviera a la dieta de legumbres y agua, pues se abstuvo  “de delicados manjares, de carne y vino”  debido a la aflicción que le envolvió  al conocer por  revelación lo que iba acontecer a lo largo de los siglos (Daniel, 10:1-3)  muchos  practican un ayuno llamado “el ayuno de Daniel”  creyendo (es lo que entiendo) que comiendo legumbres y bebiendo sólo agua durante 21 días (3 semanas) se puede obtener lo  que el Señor les concedió a Daniel, a Ananías,  a Misael y  a Azarías; cuando todo lo que se anhela en Cristo, al ser el principio de la sabiduría el temor  a Jehová,  viene a través de una estrecha relación con el Señor,  porque  al  no consistir el reino de Dios  (según las Escrituras)   ni en comida ni bebida, sino en justicia, paz y  gozo en el Espíritu Santo, (Rom. 14:17)  poco pueden ayudar las legumbres y  el agua para conseguirlo,   si no se tienen en cuenta los  principios que  Daniel y sus compañeros tenían.

El compromiso,  la fidelidad  y  la constancia  de cuatro muchachos judíos llevados  cautivos  de Jerusalén a la corte de Nabucodonosor rey de Babilonia, fue lo que propició que  el Eterno premiara  ese comportamiento, dándoles conocimiento e inteligencia  en todas las letras y ciencias conocidas (por encima de muchos)  además de entendimiento en visiones espirituales y sueños. Así  es el Dios de Israel, (nuestro Dios) el Dios que nunca aparta sus ojos,  ni sus oídos,  de los considerados por Él, como  justos. (Salmos, 34:15)  

Pero esto no acaba aquí, porque el Señor,  sigue premiando a los que con entereza y firmeza se paran y le hacen frente a lo que “el mundo” fuera de Dios les ofrece. Así que, como a menudo añado: De nosotros depende.

A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. (Mateo, 10:32)

Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. (Santiago, 1:12)

 

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

 

 

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