Orden, igual a normas.

 

 

Y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia (Jeremías, 3:15)

Me contaron una historia ficticia para ilustrar el desagradecido trabajo que se supone tienen los pastores. Fué un reconocido profeta el que la contó.

Pues bien, esta es la historia:

Se hallaba Jesús caminando por la tierra, y en su caminar, se encontró con un ciego llorando por su ceguera, compadecido de él, lo sanó. Siguió caminando y se encontró con un sordo, también llorando por su sordera, al que también sanó. Mas adelante fue con un mudo llorando por su mudez, con quien se encontró, que conmovido, a este también sanó. Al continuar Jesús su camino, se fijo en un hombre sentado a la vera del camino llorando desconsoladamente; al preguntarle que era lo que le pasaba, le respondió el varón entre sollozos: Señor… soy pastor…, entonces, Jesús se sentó a llorar con él.

Si lo comparamos con otros ministerios podemos afirmar que el trabajo de pastor puede llegar a ser bastante ingrato, así que veamos: Los actuales apóstoles, llegan de visita generalmente a iglesias constituidas, exponen “nuevos fundamentos” las añaden a “su cobertura” si es que pueden, y se van. Al igual los profetas, llegan profetizan y se van; los evangelistas, evangelizan desde una plataforma preparada de antemano para ellos, hacen su trabajo y se van; también sucede lo mismo con los maestros, enseñan su materia y se van.

Y se van, llevándose las ofrendas, los halagos, los aplausos y los parabienes.

Pero los pastores que son los que los invitan para que la Iglesia sea edificada, se quedan; y se quedan, sin generalmente recibir ofrendas, ni halagos, ni aplausos y menos aún, parabienes, sino todo lo contrario. Y no es que los busquen, pero esa es la realidad.

Es el pastor el que tiene que quedarse o mejor dicho el que se queda, para administrar y poner orden y alguna que otra o tal vez varias normas, por medio (aunque se ponga en duda) de la Palabra de Dios y bajo la dirección del Espíritu Santo. En pocas palabras, se queda para poder hacer su trabajo. Y para hacerlo bien, debe el pastor, tener algo de apóstol, un poco de profeta, también algo de evangelista y mucho de maestro, para poder enseñar convenientemente La Palabra de Dios. Además, debe encargarse de las tareas domésticas y administrativas de la iglesia, y de atender a todos los que lo soliciten, sin importar el lugar ni la hora. Y de algunas «cosillas» más, como si de “un chico para todo se tratara”. (1ª Tim. 3:1-7)

Y todo ello, para intentar que el orden de Dios se cumpla. Y como se trata del orden de Dios, existen unas normas que se deben cumplir, a pesar de que algunos no lo crean así y se niegan a sujetarse a norma alguna, alegando libertad en Cristo Jesús.

Nuestro Dios, como todos sabemos, es un Dios de orden; pero el orden de Dios, no es legalismo religioso y menos aún, ciega subordinación al pastor o al líder, sino coordinación, buen funcionamiento y desarrollo adecuado en Cristo Jesús. Y que las normas, que tanto desagradan a muchos, simplemente son: Reglas que deben ser respetadas y que permiten ajustar ciertas conductas o actividades, para un bien común.  (1ª Timoteo, 3:14-15)

Entendiendo que es necesario el cumplimiento de ellas, debido a que muchos de los que se acercan a la Iglesia de Dios, llegan a ella después de haber llevado una vida desordenada al haber estado alejados de Dios, al igual que lo estuvimos nosotros cuando no le conocíamos; con necesidades de todo tipo que se deben suplir con mucho tacto, amor y firmeza, a través de La Palabra y bajo la dirección del Espíritu Santo. (Efesios, 2:12-13)

Al principio cuando alguien se acerca, las normas suelen ser muy sencillas: Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo. Con esto, para empezar, hay mas que suficiente.

Pero de manera que aumenta el compromiso, las normas también aumentan, tal y como encontramos en el Nuevo Testamento. (1ª Cort. 4:17)

Porque no solo se debe enseñar, todo lo concerniente a La Palabra, sino que al tratarse de una nueva forma de vida, en ocasiones, se debe además de exhortar, corregir a todos aquellos que infringen las normas de la iglesia o los estatutos de Dios. Acción esta, la de corregir, que menos agrada al pastor; haciéndolo llegado el caso, con mucho temor y temblor, al tener que dar cuenta al Señor, de las almas que están a su cargo. (Hebreos, 13:17)

Por otra parte, no son muchos los que aceptan de buen grado corrección alguna, cuando incumplen lo establecido por la Iglesia, de la que son y forman parte, aferrándose en ocasiones, a opiniones y puntos de vista muy interesados y personales, rayando incluso en la rebeldía.

Siendo el pastor o el anciano, cuando no debería ser así, si es que todos nos ciñéramos a lo que en un principio aceptamos y a lo que nos habíamos comprometido, el que deba velar que La Palabra de Dios sea obedecida y respetada, para que los creyentes, que en definitiva son la Iglesia, se acomoden a la voluntad del Señor.

Porque al ser la iglesia el cuerpo de Cristo, debe haber una perfecta coordinación en todo lo que hagamos. (Efesios, 2:19-22)

Intentado mantener en buen estado, a través de normas o reglas, que no son ni más ni menos que compromisos, todo lo que del Señor hemos recibido ya sean naturales o espirituales.  (1ª Pedro, 4:10)

Me gustaría tener espacio para poder transcribir todas y cada una de las normas que el apóstol Pablo dictó a las diversas iglesias que inició, y también a algunos de sus más estrechos colaboradores, como Timoteo o Tito, para que todos aquellos que valoran en muy poco a sus pastores, tuvieran en cuenta su labor, e intentaran ponerse en su lugar o colaboraran con ellos, en vez de juzgar y criticar sus decisiones, para que pudieran llegar a comprender que tal actitud, además de ser destructiva, puede dar paso a un espíritu de rebeldía y de división, perjudicando no solo a su pastor, que es lo de menos, sino a la congregación entera y por ende a la obra de Dios.

Porque no es conveniente ni lo mas adecuado, dejar que todo el trabajo secular o espiritual recaiga sobre el pastor; y recae precisamente al haber muchos que se inhiben o guardan silencio, (no deberían hacerlo) al ver actitudes contrarias tanto a lo establecido por Dios como por la iglesia, como si no fuera con ellos, o no formaran parte de la congregación a la que dicen pertenecer, dejando (insisto) ese trabajo para el pastor; pero que no dudan en criticar o juzgar (al pastor) si no actúa según su criterio. (1ª Cort. 4:10)

Pero, como esto forma parte del “oficio” y entra en lo que llamamos estar al servicio del Señor, no tenemos mas remedio que sin flaquear «aguantar», si es que fue Él quien nos llamó. (1ª Cort. 16:13)

Por otra parte, a pesar de los desengaños, de la ingratitud, incluso “del beso de Judas” todo aquel que ha sido llamado por el Señor, saldrá airoso y superará todos los obstáculos que encuentre a lo largo de su caminar en Cristo, si es que como dice La Palabra de Dios, guía y enseña voluntariamente a los que el mismo Señor ha puesto bajo su cuidado, siendo un ejemplo para ellos. Ya que no hay nada más gratificante, (a pesar de todo) que el saberse aceptado por Aquel que les llamó a tan encomiable labor.

Simplemente, porque al que Dios llamó capacitó.

Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria. (1ª Pedro, 5:2-4)

 

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios

 

 

 

3 comentarios sobre “Orden, igual a normas.

  1. Conozco a miembros de congregaciones, que a sus pastores, los tienen en menos, pero no dudan en ensalzar a otros ministerios, olvidando que son sus pastores, los que están a su lado en caso de enfermedad o problemas, que lloran cuando ellos lloran, que se alegran cuando les va bien, sin esperar nada a cambio, tampoco hay que olvidarse de los pastores que «engordan» a costa de «las ovejas», aunque a estos últimos les juzgará el Señor.

  2. Muy buena enseñanza y me ha hecho reflexionar sobre la tarea ardua que soportan sobre sus hombros quienes fueron llamados a tal ministerio. Oraré por ellos cada día.

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