Parando el Carro

 

 

Años atrás, cuando solo conocía del Espíritu Santo lo que había leído en la Biblia, me prestaron un libro titulado: ¿Siervos de Quien? en que el autor, definía claramente la personalidad de la tercera persona de la Trinidad, así como sus atributos y el trabajo que aún realizaba entre nosotros.

Impresionado por lo que leí, quería a ser posible, conocer personalmente al autor del libro, porque era un libro autobiográfico y las experiencias que en él se relataban, eran las experiencias de su autor con el Espíritu Santo.

Así que le pedí a la persona que me prestó el libro si podía conseguirme algún ejemplar, y la dirección de su autor, cosa que no me aseguró al decirme que solo conocía la editorial que imprimió y distribuyó dicho libro. Y así quedó la cosa.

Pero pasadas unas semanas, alguien llamo a la puerta de nuestra casa preguntando por Antonio Sellés, y al contestarle que era yo, me dijo que traía un libro para mí, así que le abrí la puerta y le invité a pasar; la sorpresa fue total, me traían el libro que deseaba y lo hacía el propio autor.

Pero aún tuve una sorpresa mayor; al preguntarle como me había encontrado, me respondió: A la entrada de la ciudad paré mi auto, y oré al Señor para que me dirigiera hasta tu casa, y siguiendo las indicaciones del Espíritu Santo, llegué hasta tu calle, detuve el auto y al levantar la vista vi que me había detenido precisamente delante de tu casa, y aquí me tienes. Sorprendido ya no me atreví a preguntarle nada más; fue como si le hubiera dirigido un moderno y actual GPS. Pero en este caso el GPS era divino; los otros no se conocían aún.

Recordé todo esto mientras leía lo acontecido a Felipe (el evangelista) y el etíope, que con solo con la dirección del Espíritu Santo encontró y le habló a la persona que estaba más que interesada en las cosas del Señor:

Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto. Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías. Y el Espíritu dijo a Felipe; acércate y júntate a ese carro.Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y le dijo: Pero, ¿entiendes lo que lees? Él dijo: ¿Y como podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él. (Hechos, 8:26-31)

Algunos quitan importancia al acto de Felipe, olvidando que fue el Espíritu Santo el que le envió; sobre todo los “evangelistas de masas” diciendo que es muy fácil hablarle a uno solo; estando convencidos de que este alto funcionario de la reina de Etiopía, que estaba al cargo de los tesoros del reino, cargo similar al de los actuales ministros de Hacienda ¿Iba a viajar solo? Y nada menos que por caminos peligrosos, infectados de bandidos y ladrones. Personalmente creo que debería llevar una buena escolta. Y más teniendo en cuenta lo que se nos dice:

Y mandó parar el carro y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. (Hechos, 8:38)

Si viajaba solo, ¿para qué mandar parar el carro? Simplemente lo pararía y se bajarían de él. ¿Verdad? Pero vamos a dejar esta cuestión para otra ocasión y centrarnos en lo que nos interesa.

Era muy importante para el Señor, que Felipe le hablara al etíope, por las siguientes razones: Aceptó a Jesús como su salvador, fue bautizado y siguió gozoso su camino al haber conocido la verdad del evangelio.

Gozo que este hombre al llegar a Etiopía, con toda seguridad compartiría en un principio con sus allegados; incluso tal vez con su reina a la que servía y que posiblemente se propagaría en la corte, el cambio producido por “el ministro de Hacienda” a la vuelta de su viaje a Jerusalén, ya que muchos de los soldados y sirvientes que le acompañaban, también comentarían lo sucedido cuando un desconocido se acercó al carro donde viajaba leyendo el alto funcionario y le habló.

Ahora que ya conozco un poco más del Espíritu Santo, puedo afirmar que a menudo nos conduce e insta (no olvidemos que el etíope, era gentil y eunuco) a que le hablemos, a personas que nos parecen algunas de ellas insignificantes, otras antipáticas y otras indignas de que el Señor les preste atención, pero que para sorpresa nuestra, tienen toda su atención; llegando a capacitarlas hasta ser instrumentos útiles en sus manos; al igual que sucedió con Pablo. (Hechos, 9:1-15)

Por lo tanto, no deberíamos de dejar de hacer, todo aquello que nos indique el Espíritu Santo, por desagradable y absurdo que nos parezca, porque el Señor ve las cosas de distinta manera a como las vemos nosotros. (Isaías, 55:8)

Felipe tuvo que hacer un alto, parar el carro, de su agitada vida como evangelista de éxito, para dedicar tiempo a alguien que el Señor tenía mucho interés en que le conociera, porque tenía un plan para él; y cuando el Señor escoge a alguien para servirle, enviándonos a cualquiera de nosotros para hablarle, debemos “aparcar” todo aquello en lo que estamos inmersos y obedecer al Señor, para que el Espíritu Santo de Dios, haga lo que tenga que hacer, según lo crea conveniente. Él siempre sabe lo que se hace.

Después de ese encuentro, Felipe siguió con más éxito, si cabe, su labor evangelística; del etíope no se hace más mención en la Biblia, pero conociendo ahora un poco más que antes el obrar del Espíritu Santo, estoy seguro que ya no abandonaría al funcionario de la reina Candace, capacitándole cada día más para que lo que recibió regresando a casa, lo impartiera y lo diera a conocer allá donde fuera.

Porque el Espíritu Santo, a aquel que toma no le deja así porque sí. Si se molestó en enviar a un evangelista lleno de poder a hablarle a un solo hombre, fue porque ese hombre era un genuino adorador, (había ido a Jerusalén a adorar) por lo tanto, (Juan 4:23)  un instrumento escogido. Instrumento que en las manos de Dios podría cambiar las vidas de mucha gente, incluso el destino de su país, debido a la posición que ocupaba.

Incluso en la actualidad no deja el Espíritu Santo al que toma, porque toma a todos aquellos que en espíritu y verdad, sin “mucho ruido” sirven al Rey de Reyes y al Señor de Señores, en cada lugar donde se encuentren, sin importarles la posición que ocupen en la sociedad. Porque tod@s los que el Espíritu toma, son útiles para Dios.

Así que, si eres un “Felipe”, a la menor indicación del Espíritu Santo deja lo que estés haciendo, ponte en camino y ve donde Él te diga. Y en caso de ser un “un funcionario etíope” deja que te enseñen lo que no comprendas de Dios, para que una vez que hayas creído, lleno del Espíritu Santo, gozoso, proclames allá donde vayas y estés con quien estés, el Glorioso nombre de Dios.

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

Un comentario sobre “Parando el Carro

  1. Muy hermoso e ilustrativo, difícil de cumplir pero aleccionador. Lo tendré muy en cuenta, Gracias estimado Antonio. Dios continúe bendiciéndote muy ricamente

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