Sobreedificando con la Palabra.

 

 

Como todos sabemos y conocemos, Pablo era apóstol de Jesucristo; y sin ningún tipo de pudor, él mismo, además de darlo a conocer, lo afirma:    ¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?  Si para otros no soy apóstol, para vosotros ciertamente lo soy; porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor.  (1ª Cort. 9:1-2)

Y como apóstol siempre estaba volcado en su trabajo, estableciendo iglesias, anunciando y enseñando todo lo concerniente al arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo. (Hechos, 20:18-21)

Su trabajo apostólico consistía en lo que acabamos de apuntar, aunque él se definía, como perito arquitecto, encargado de colocar el fundamento o los cimientos, para que la Iglesia de Jesucristo, se asentara convenientemente y con total seguridad. El fundamento que Pablo colocaba, como todos sabemos, era Jesucristo.

Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. (1ª Cort. 3:10-11)

Pablo,  como cualquier arquitecto, (aunque en este caso espiritual) tenía la preparación y la formación necesaria y adecuada para ejercer su labor, instruido por el que era el fundamento mismo o la base de la Iglesia. (Gálatas, 1:11-12)

Y debido a esta formación y al diseño de la obra, instruía a los que iban a seguir sobreedificando sobre el fundamento por él colocado.

Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.  (1ª Cort. 3:12-15)

Y que cuando su labor como apóstol, (perito arquitecto) estaba por terminar, antes de irse a otro lugar, dejaba las instrucciones necesarias y precisas para seguir construyendo o más bien sobreedificando el espiritual edificio que es la Iglesia de Jesucristo.

Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro.
Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.
Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.
Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados. 
(Hechos, 20:25-32)

Siendo La Palabra de Dios, según acabamos de leer (resaltada en negrita) el material más importante para seguir construyendo sin que ”el edificio” se nos venga abajo:

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.  
(Hebreos, 4:12-13)

Y no solo a los demás son aplicables estos versos como solemos hacer, sino que también debemos aplicárnoslos a nosotros mismos, si es que estamos dedicados a la sobre edificación.

Porque muchos estamos sobreedificando con materiales distintos a los recomendados por san Pablo, perito arquitecto y apóstol de los gentiles; construyendo con base a palabras, pero palabras de cosecha propia, palabras de hombre, y no con La Palabra de Gracia y Poder de nuestro Soberano Dios, que es la materia prima y sin defecto recomendada por san Pablo, según hemos leído más arriba.

Así que, solo de nosotros depende el cómo sobreedificamos: Si con La Palabra de Dios, la perfección y la excelencia de la edificación, darán honra y gloria al que la diseñó y que la sostiene. (Efesios, 2:19-22)

Si lo hacemos con palabras de hombres que se creen dioses, este será el resultado:

Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.
Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada.  
(Hebreos, 6: 4-8)

Lo dicho, de nosotros depende.

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

Un comentario sobre “Sobreedificando con la Palabra.

  1. Hola pastor Antonio muy edificante su articulo ministró mucho mi vida y me ha mostrado ciertas cosas que aun no las veía con claridad. yo soy la muchacha de la iglesia que usted visitó en Cuba en Pastorita. Que Dios lo continúe bendiciendo y usandolo como fuente de bendicion para otros.

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