Defendiendo las lentejas.

 

Tienen  las lentejas un gran valor nutritivo. Destacan por su aporte en cuanto a hidratos de carbono y proteínas, hierro, zinc, magnesio, sodio, potasio, selenio, calcio y vitaminas, especialmente del complejo B: como la B2, B3, B6, B9 (ácido fólico), vitamina A, vitamina E además de ser una buena fuente de fósforo, manganeso, y ácido fólico, sin perder de vista la fibra, importante para favorecer el tránsito intestinal y evitar estreñimiento. Pero no vamos a hablar de sus propiedades. Sino de las veces que se mencionan en la Biblia:

Como alimento en dos de ellas: Cuando huía David de su hijo Absalón al haberse levantado contra él,  (2 Samuel, 17:27-29) y para preparar su pan  siguiendo las instrucciones del Señor,  el profeta Ezequiel. (Ezequiel 4:8-9)

La tercera, aunque es la primera mención bíblica, la encontramos en Génesis, donde Esaú (como todos sabemos) vende su primogenitura a su hermano Jacob, por el tan conocido plato de lentejas:

Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura.  (Génesis, 25:34)

Pero lo que no es tan conocido es lo ocurrido a uno de los “valientes de David” llamado Sama, que en un pequeño terreno en el que los israelitas habían sembrado lentejas, defendió al pueblo que había huido delante de los filisteos, enemigo jurado de los israelitas:

Después de éste fue Sama hijo de Age, ararita. Los filisteos se habían reunido en Lehi, donde había un pequeño terreno lleno de lentejas, y el pueblo había huido delante de los filisteos. El entonces se paró en medio de aquel terreno y lo defendió, y mató a los filisteos; y Jehová dio una gran victoria. (2 Samuel, 23:11-12)

No sé si de ahí, viene el dicho de que “cada uno debe defender sus lentejas”. Lo que sí sé, es que los que servimos en la milicia de Jesucristo, debemos pararnos    en el lugar en que nos ha plantado el Señor, para defender la tierra  o el lugar que nos ha confiado,  aunque nos dejen solos ante “los filisteos”.

Porque muy bien (ahora si) podríamos hablar de las propiedades de las lentejas y compararlas con las propiedades espirituales en este caso  de las Sagradas Escrituras, (2 Tim. 3:16-17) a las que hay que defender a toda costa ante los ataques  de todos aquellos que están siendo utilizados por el maligno para tergiversar y denigrar la Palabra de Dios (Hebreos, 4:12)   al igual que fueron utilizados los filisteos en su tiempo para acosar e intentar asolar a los israelitas.

Así que, cómo no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio,    nos toca defender nuestras lentejas:

Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. (2 Cort. 10:3-5)

 

¿Podrías pensar en ello?

 

 

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