El secreto de tu nombre.

 

Uno de mis “muchos amigos” en  Facebook, encantado con lo que había descubierto, (yo no tanto)   me invitó hace unas fechas, a conocer el significado de mi nombre. Para ello debía visitar una página web que en concreto decía: TU PERSONALIDAD SEGÚN TU NOMBRE-DESCUBRE EL SECRETO DE TU NOMBRE.

Debía colocar mi nombre en un recuadro e inmediatamente, después de haber “hecho clic” y sin importar cultura, nacionalidad o estudios, obtendría la definición de mi personalidad. Cosas buenas por supuesto y válidas para todos los «Antonio»  del mundo, que así es como me llamo.

Y como soy un estudiante de la Biblia, me vino a la memoria el nombre de un personaje al que el Señor le habló para que fuera en busca de Saulo de Tarso y le impusiera las manos para que recuperase la vista y recibiera el Espíritu Santo;  un discípulo  de Damasco llamado Ananías.

Pero no solo este  Ananías se halla  en las Sagradas Escrituras;    hay  otros tantos con el mismo nombre, pero  con un perfil  diferente.

Uno de ellos, lo encontramos en el libro de Daniel, y fue uno de los jóvenes judíos que con Daniel fueron deportados por Nabucodonosor a Babilonia. (Daniel, 1:1-6)

Otro en el libro de Hechos, el que quiso engañar al Espíritu Santo al mentir sobre la venta de una propiedad. (Hechos, 5:1-7)

El siguiente es el mencionado más arriba, el que envió el Señor a la calle Derecha  de Damasco, para que orara por Saulo de Tarso. (Hechos, 9: 10-18)

Y el último que vamos a citar era  sumo sacerdote en el tiempo de Pablo. (Hechos, 23:1-3)

El primero de ellos, un joven sin tacha. El segundo,  un falso hermano. El tercero un varón piadoso, y  finalmente, un  acusador, a pesar de ser sumo sacerdote. Todos diferentes y  todos con el mismo nombre: Ananías.

Así que el nombre no hace al hombre o mejor dicho el nombre no define la personalidad de una persona, si no que la personalidad la define el comportamiento. Y el comportamiento  de un creyente lo define el nuevo nacimiento. (Juan,  3:1-8)

Porque no se trata de que nombre tengas,  si no de  caminar en la justicia y la santidad de la Palabra,  para que nos definan como lo que somos, hijos de Dios.  Lo demás son “cuentos chinos”

En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. (Efesios, 4:22-24)

 

¿Podrías pensar en ello?

 

 

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