San Lucas relata el encuentro que tuvieron dos de los discípulos de Jesucristo, una vez resucitado este, cuando saliendo de Jerusalén iban en dirección de una aldea llamada Emaús y hablando entre ellos se les acercó su maestro Jesús y sin reconocerle, hicieron juntos el trayecto.
Después de compartir con ellos por un tiempo el Señor se mostró a ellos y al fin pudieron reconocerle.
Pero antes de que esto aconteciera el corazón de ellos ya les estaba enviando señales (ardiendo) porque había escuchado la voz del Señor resucitado.
Y se decían uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos habría las escrituras? (Lucas 24:32)
A veces antes de llegue la voz del Señor a nuestros oídos, ya la oído nuestro corazón.
Deseo, si me lo permiten compartir con ustedes una experiencia debido a un pequeño problema, que tuve con mi corazón. Experiencia que quizá a alguno de ustedes les pueda ayudar
Desde hace algunos años recibo regularmente la revista Conquista Cristiana a la que estoy suscrito.
Un día, mientras ojeaba la recién llegada publicación, me fijé en que en una de las páginas se solicitaban colaboraciones para la misma,(cosa en la que no me había fijado anteriormente) al leer esta invitación mi corazón comenzó a palpitar fuertemente, pero yo no hice ningún caso.
Al siguiente día mientras leía la revista, y al llegar a la página donde se pedían las colaboraciones, mi corazón comenzó a palpitar de nuevo con fuerza; esta vez si que me preocuparon un poco esas fuertes palpitaciones, era algo anormal en mí, ya que nunca antes las había tenido.
Después de esto, sentí un deseo intenso de enviar algunos trabajos que había escrito, y temblando a la vez de miedo y de emoción; (de miedo por si no gustaban, y de emoción por si gustaban) me atreví a enviar algunos de ellos.
Cuando recibí, unos meses después la revista, me llené de algo parecido a la vergüenza, ya que se había incluido en ella, la colaboración enviada por mí; no me sentía digno de tan gran honor, sobre todo al ver mi nombre en la portada, al lado de grandes y afamados varones de Dios.
La cuestión es que animado por Noé Martínez (editor de la revista en ese tiempo) seguí enviando trabajos y siguieron publicándose, con el siguiente resultado: comencé a recibir invitaciones de distintas partes de América, para que les visitara, aunque la mayoría provenían de Cuba.
Contestaba a todas las invitaciones con una discreta disculpa “no era yo el hombre que pensaban, solo era un panadero (ese era mi oficio) que estaba al frente de una pequeña congregación, al que le gustaba escribir y nada más”. No aceptaba ninguna invitación por miedo a defraudarles.
Pero un día en un encuentro profético, al que inicialmente no pensaba asistir, cosa que al final hice, el Señor me habló a través de un varón, diciéndome:
“Quiero que visites Cuba, allí serán transformado en un hombre distinto, hace años que te estoy llamando y no me oyes; estás atorado, tu llamado y tu ministerio no fluye. Quiero que veas mi iglesia allá y cuando regreses vendrás transformado en un león”.
Al oír estas palabras, el Señor me quebrantó de tal manera que no pude contener el llanto; Algo pasó en mí, y en un instante, comprendí que detrás de las invitaciones que recibía de Cuba, estaba el Señor, él quería que fuese a Cuba para recibir bendición.
En obediencia a la palabra recibida, fui a Cuba, desarrollándose las cosas tal y como el Señor había previsto.
Esas palpitaciones intensas de mi corazón cuando leía la invitación para colaborar con la revista, me estaban diciendo que el Señor tenía algo especial para mí y que iba a utilizar ese medio para concedérmelo; así que lo que yo no veía con mis ojos, ni comprendía con mi mente, lo estaba recibiendo mi corazón.
Mi corazón, estaba escuchando la voz de Dios y me lo hacia saber de la manera mas fácil y natural para él, palpitando con fuerza, para que le prestara atención y que meditara con lo que me estaba ocurriendo.
Y así como a los discípulos en el camino de Emaús, les ardía el corazón, al oír la voz de Jesús, el mío palpitaba fuertemente, y yo, al igual que ellos, no le hice ningún caso.
Durante años quiso el Señor concederme lo que tantas veces le había pedido, hablándole a mi corazón, sin escuchar yo la voz de Dios a través de él.
Aprendí la lección, y ahora, cuando ante cualquier situación, mi corazón late con mas fuerza, o arde, o se inquieta, me detengo y me hago esta pregunta, ¿Querrá el Señor, decirme algo? Y espero…., por si hubiera una respuesta, porque ahora sé, que el Señor nos puede hablar de distintas formas y maneras, según le plazca, y una de ellas puede ser a través del corazón.
Desde entonces tengo muy en cuenta lo que dice el Señor en cuanto el corazón:
Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;
Porque de él, mana la vida. (Proverbios 4:23)
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.