Compartiendo la Visión.

 

 

Hace ya mas de 25 años, que sentí el llamado de Dios para mi vida y quería trabajar para el Señor; pero al estar casado y siendo padre de tres hijos, me era muy difícil y no sabía como hacerlo. En ese tiempo, se estableció en mi ciudad, en mi pueblo, una pequeña congregación a la que nos unimos mi esposa y yo.

En esa denominación preparaban a los futuros obreros estando bajo un pastor que era al mismo tiempo maestro; reconociendo el llamado en mí, me aceptaron como candidato a pastor; las condiciones eran: estar sujeto al pastor-maestro durante los dos años que duraba el aprendizaje o discipulado, de esa manera se podía tener de mí, de una manera muy clara y directa, mi evolución en todos los aspectos; tanto en mi preparación bíblica, como moral, emocional y espiritual.

Dos años sujeto a mi pastor, acompañándole en todas las ocasiones que me requería, viendo obrar al Espíritu Santo, en todo tipo de manifestaciones; evangelizando a su lado, enfrentando al enemigo con él, aprendiendo con él y de él. Fueron dos años de aprendizaje intensos, hasta que un día me dijo: ya has visto todo lo que necesitabas y querías ver; comprendiendo yo, que ahora me tocaba a mí, compartir la visión y la misión.

Revelación, visión e ilusión.

Uno de los retos más importantes que tienen los siervos de Dios es poder compartir su visión. ¿Pero que es una visión? Visión, es la revelación de la voluntad de Dios, para una situación determinada, que el Señor muestra, para que su plan (voluntad) se lleve a cabo.

La revelación sale del trono de Dios, para que seamos totalmente conscientes del propósito de Dios y de la realidad espiritual que nos rodea.

En ocasiones, se puede confundir visión con ilusión. La ilusión nace de nuestras buenas intenciones, no es una revelación, se debe a nuestro afán por servir y agradar a nuestro Señor, y no es que sea malo, pero no proviene de Dios.

Deseamos con todas nuestra fuerzas llevar muchas almas a la salvación que ofrece nuestro Señor Jesucristo, pero no encontramos la manera de hacerlo; y al no saber que hacer o como hacerlo, quizá imitemos el modo de obrar de algún hermano, que sí ha conseguido su propósito, por si de esa manera, pudiésemos llegar a lograr nuestro objetivo.

En pocas palabras, intentamos plagiar la visión que el Señor ha dado a otros.

En Éxodo, 17:8-16, encontramos a Moisés, siervo de Dios, confrontando su visión ante Amalec. Después de haber hecho brotar agua de la peña de Horeb, bajo la dirección de Dios, en Rifidim, (lugares de descanso) se encontró ante un reto muy importante: Amalec vino a pelear contra Israel.

Aún no habían recibido ordenanza alguna de Dios, ni se habían repuesto de su precipitada salida de Egipto y cruce del mar Rojo, cuando ya tenían ante sí otra adversidad. Aunque Moisés había asumido totalmente la visión que el Señor le había mostrado.

Asumir una visión, es asumir una misión.

Moisés sabía que su misión era conducir a Israel desde Egipto hasta la tierra prometida. Era la visión de Dios para él, enfrentándose a todos los retos y dificultades que surgieran.

Ante esta eventualidad, -Amalec enfrentándose a Israel- Moisés, tuvo que tomar las siguientes disposiciones: Josué saldría al frente de los varones de Israel para pelear contra Amalec, mientras él subiría a la cumbre del collado que allí había, con la vara de Dios en su mano; con la misma vara que alzó para que se abrieran las aguas del mar Rojo, y con la que recientemente había golpeado la peña para que brotara el agua de ella, símbolo de la autoridad que Dios le había conferido.

Aarón y Hur subieron a la cumbre del collado con Moisés; desde esa altura podían divisar perfectamente la contienda que en esos momentos iba a tener lugar en el llano.

El choque entre ambos ejércitos se estaba produciendo al mismo tiempo que Moisés, levantaba su mano; en mi opinión orando, aunque la Biblia lo silencie.

Moisés, Aarón y Hur, tenían ante sus ojos el formidable espectáculo de la contienda, pero solo Moisés levantaba sus manos; Moisés, había recibido de Dios, la visión que la batalla que se estaba desarrollando en el llano, era algo mas que un simple enfrentamiento entre dos pueblos, era una batalla espiritual.

Cuándo Aarón y Hur se dieron cuenta de que Moisés estaba con las manos alzadas y que cuando las mantenía levantadas Israel prevalecía, mas cuando las bajaba prevalecía Amalec, es posible que se dijeran uno al otro. . . ¿Aarón estás viendo lo que yo veo? ¿Te das cuenta que cuando Moisés levanta las manos, los nuestros ganan terreno y cuando cansado las baja, lo pierden?
-Sí que lo veo Hur, y tengo la impresión que aquí hay algo mas que una batalla, ¡mira! de nuevo ha bajado Moisés las manos y los nuestros están retrocediendo; creo que tenemos que ayudar a Moisés a que mantenga las manos alzadas o vamos a ser derrotados por Amalec.-

Al haber subido a la cumbre del collado junto a Moisés y permanecer a su lado, pudieron comprobar la realidad de la lucha espiritual que tenía el pueblo de Israel; Moisés pudo compartir con ellos su visión, la visión que el Señor le había mostrado, implicándose en la contienda espiritual, sosteniendo a Moisés durante todo el tiempo necesario, hasta derrotar a los enemigos del pueblo de Dios.

Las cosas no han cambiado desde los tiempos de Moisés, la lucha aún continúa, Amalec aún sigue haciéndole frente al pueblo de Dios.

Y como en tiempos de Moisés, el Señor, continúa dando a sus siervos revelación de lo que está sucediendo en el campo de batalla, en nuestro campo de batalla. Y como Moisés, necesitamos personas dispuestas a sostenernos o ayudarnos en esa contienda, compartiendo con ellos la visión.

Compartir la misión es, asumir la visión.

Hay unos pasos a seguir para tener colaboradores que se involucren o comprometan junto a nosotros en la visión:

En primer lugar, debemos tener la seguridad de que la misión en la que estamos inmersos, proceda de una revelación de Dios, es decir, que realmente sea una visión de lo alto y no sea solo, una ilusión o un buen deseo de nuestro corazón. (Éxodo, 3:10)

En segundo lugar, entender la importancia de saber mostrar la realidad de la visión.  (Éxodo, 4:28-31)   (Deut. 3:28; 31:3-8)

En tercer lugar, los colaboradores, deben permanecer junto a nosotros, a nuestro lado, cuando la misión sea confrontada. (Éxodo, 7:2; 17:13-14;  24:12-13;  33:11)

Y en cuarto y último lugar, una vez mostrado la realidad de la visión, es un deber conseguir que la visión compartida, llegue a ser una misión compartida. Para que victoria tras victoria, el reino de Dios, pueda ser establecido, reconocido y respetado.  (Núm. 27:16-23.  Deut. 34:9 y Josué, 1:1-2).

Para que la Palabra que salió del trono de Dios, no vuelva a Él vacía. (Isaías 55:1)

 

Que la  Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

Un comentario sobre “Compartiendo la Visión.

  1. Me parece muy exacta su disertación en cuanto a la visión de Dios. Dios me acaba de bendecir pero tengo una pregunta ¿cuando alguien ha perdido por sus tantos pecados el privilegio de pastorear una obra grande y persiste en seguir aún cuando estando en abstinencia sigue practicando el pecado con el deseo de pastorear y aun viendo el pueblo enfermo a esto se le llama visión de Dios?

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