Corazones endurecidos.

 

 

De las muchas afirmaciones que salieron de la boca del Señor Jesús,  la que sigue es la que más me  ha ayudado a entender y dar a conocer su talante redentor: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. (Mateo, 11:28)

Pero resulta que pasado un tiempo, parece ser que para algunos no se obtiene el  efecto deseado: hallar descanso para el  alma. Y no se halla porque a la afirmación del Señor Jesús le sigue una recomendación que generalmente no se tiene en cuenta: Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;  porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (Mateo, 11: 29-30)

Versos que me recordaron lo acontecido a los israelitas  a las puertas de la tierra prometida que por incredulidad (dureza de corazón) después de más de 400 años de esclavitud, no cruzaron,  privándose de disfrutar del reposo que Dios les tenía preparado.  (Núm. 13:30-31)

Y que en la epístola a los Hebreos, el autor de la misma, echa mano  a este suceso, para advertirnos  que si oímos la voz de Dios, no endurezcamos nuestros corazones:   Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto,  donde me tentaron vuestros padres; me probaron, y vieron mis obras cuarenta años.  A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, y dije: Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido mis caminos. Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo. (Hebreos, 3:7-11)

Porque el  reposo de Dios, que es sinónimo de descanso, es el mismo descanso para el alma que ofrece el Señor Jesús a todos aquellos que trabajados y cargados se acercan a Él; invitación que debe ir acompañada de fe en las palabras del Maestro de Galilea, para que la incredulidad   no conduzca a la desobediencia y esta, a invalidar  (al endurecerse el corazón de los que la oyen) la Palabra de Dios.

Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. Pero los que hemos creído entramos en el reposo…, (Hebreos, 4:1-3)

He querido resaltar en negrita las últimas frases de los versos transcritos para señalar la importancia de la fe en los que oyen la Palabra de Dios (sin fe es imposible agradar a Dios)  porque es triste ver hermanos que por incredulidad cargan con pesados fardos de desánimo, tristeza o depresión; pesados fardos  económicos, laborales o de cualquier otro tipo. Los que de ellos dice el Señor: “Siempre andan vagando  en su corazón, porque no han conocido mis caminos”.

Por otro lado, los que oyen con fe,  es decir, los que creen y obedecen al Señor,  disfrutan del anhelado descanso (reposo)  del alma; porque al caminar uncidos a Jesús oyen lo que él dice, ven lo que él ve, van donde él va y viven como él vivió. En definitiva,  al aprender del Maestro de Galilea  se han deshecho de todo tipo de cargas físicas,  emocionales y mentales,  que batallan contra el alma.  

Por lo tanto, los que aún están   trabajados y  cargados, si oyeren hoy (de nuevo)  la voz de Dios,  que no endurezcan el corazón,   porque  las palabras de Jesús: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas… siguen estando  en vigor, porque Él es bueno y porque para siempre es su misericordia. 

Así que: Venid, adoremos y postrémonos; Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor.  Porque él es nuestro Dios; Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano. Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestro corazón…  (Salmos, 95:6-8)

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios. 

 

 

 

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