El Desánimo.

 

 

¿Quién no se ha encontrado en alguna ocasión a lo largo de su vida desanimado y sin fuerzas para seguir adelante? Muchos, ¿verdad? Y no es nada agradable esta situación para el que la padece.

Pues aún hay una cosa peor que estar desanimados: Que nuestro desánimo llegue a contagiar a otros, quitándoles las ganas de hacer o proseguir cierta cosa o la esperanza de conseguir algo.

Qué es lo que les aconteció a los israelitas a la vista de la tierra prometida, que unos pocos de ellos, diez en total, llegaron a desalentar (desanimar) a una gran multitud, llegando a impedir que entraran y poseyeran la tan deseada tierra:

¿A dónde subiremos? Nuestros hermanos han atemorizado nuestro corazón, diciendo: Este pueblo es mayor y más alto que nosotros, las ciudades grandes y amuralladas hasta el cielo; y también vimos allí a los hijos de Anac. (Deut. 1:28)

Es el desánimo una de las armas que nuestro adversario el diablo utiliza más eficazmente para que abandonemos todo aquello que nos propusimos conseguir en el nombre de Dios; atemorizándonos como hizo con los israelitas, o haciéndonos creer que nos equivocamos al seguir al Señor; utilizando falsos hermanos, si fuere menester, para que con infinidad de trabas y zancadillas, desistamos en seguir adelante hacia todo aquello que el Señor ha dispuesto para nosotros.

Pero lo más lo más peligroso como he mencionado anteriormente, es que nuestro desánimo afecte a otros, pudiéndose llegar a través del desánimo a la rebeldía contra el Señor, socavando la autoridad establecida por él en su iglesia:

Entonces toda la congregación gritó, y dio voces; y el pueblo lloró aquella noche. Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos! (Núm. 14:1-2)

Pero, ¿Por qué se produce el desánimo? Pues se produce simplemente, porque nos olvidamos de Dios. Y no solo de sus promesas, sino de todo lo que el Señor ya ha hecho en nuestra vida.

Ya que, de los que entraron a inspeccionar la tierra de Canaan, todos por igual, habían visto las maravillas de Dios; todos vivieron las mismas experiencias en el Señor; y todos habían caminado bajo la nube; sin embargo diez de ellos no tuvieron en cuenta las maravillas y la gloria de Dios, a pesar de que Moisés se los recordó:

Entonces os dije: No temáis, ni tengáis miedo de ellos. Jehová vuestro Dios, el cual va delante de vosotros, él peleará por vosotros, conforme a todas las cosas que hizo por vosotros en Egipto delante de vuestros ojos.  Y en el desierto has visto que Jehová tu Dios te ha traído, como trae el hombre a su hijo, por todo el camino que habéis andado, hasta llegar a este lugar.   Y aún con esto no creísteis a Jehová vuestro Dios, quien iba delante de vosotros por el camino para reconoceros el lugar donde habíais de acampar, con fuego de noche para mostraros el camino por donde anduvieseis, y con nube de día. (Deut.  1:29-33)

Se nos olvida a muchos, que Jesús murió por nosotros; que somos hijos de Dios y que hemos sido liberados del pecado y de la muerte. Que no tenemos lucha ni contra carne ni contra sangre. Que a pesar de los contratiempos, somos más que vencedores. Que todo lo podemos en Cristo Jesús. Que si el Señor está con nosotros, ¿Quién contra nosotros? (Salmos, 103:1,2,5)

Se nos olvida a muchos, fijar la vista atrás, para ver donde estábamos y hasta donde nos ha llevado el Señor; y al nosotros olvidar, también podemos y muy bien, por cierto, arrastrar a otros a olvidar, conduciéndoles a la prisión del desánimo.

Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de lo que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos y a los hijos de tus hijos.  (Deut. 4:9)

Debido a lo expuesto, al llegar a notar que el desánimo quiere apoderarse de nosotros, e incluso si ya hemos llegado a ser presa de él, lo más indicado, sería tomar conciencia de que podemos ser el cebo utilizado por el adversario,(de ahí el desánimo) para que otros no lleguen, además de nosotros, a alcanzar las promesas de Dios para los que le aman.

Porque el desánimo, en los hijos de Dios, puede conducirnos a una derrota espiritual; derrota que nos hará retroceder o tal vez perder, todo lo que habíamos conseguido; por lo tanto, aunque tengamos pocas fuerzas, debemos levantarnos, recordar todo lo que el Señor ha hecho por nosotros y en nosotros, comenzado a alabarle y a darle gloria, para que todo espíritu de desánimo se aparte de nosotros y no entorpezca más nuestro camino.

Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca. En Jehová se gloriará mi alma; Lo oirán los mansos, y se alegrarán. Engrandeced a Jehová conmigo, Y exaltemos a una su nombre. Busqué a Jehová, y él me oyó, Y me libró de todos mis temores.  (Salmos, 34:1-4)

Amén y amén.

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

5 comentarios sobre “El Desánimo.

  1. Debemos recordar que el desanimo no viene de Dios y que solo saca partido de ello el enemigo de los hijos de Dios, y la unica forma de salir del desanimo es recordar las bendiciones que hemos recibido del Señor, y de donde nos saco. La confianza plena es lo contraria al desanimo. Cuando nos encontremos desanimados recordemos siempre que esto viene del enemigo, y que sabemos como hacerle frente: cambiándolo por la confianza en el Señor. Mam..

  2. Si en esos momentos el Señor abriera nuestros ojos y pudiéramos ver quien acampa a nuestro alrededor y nos defiende…Toda sombra de temor y desánimo desaparecería al instante.
    No debemos olvidar quién es Él

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