Olvidando a Dios.

 

 

En el cántico* que Moisés dirige a los israelitas, antes de tomar posesión de la tierra prometida, les advierte de manera “predictiva” sobre algunas actitudes y conductas, que, de no tener en cuenta, iban a deteriorar su relación con el Creador.  Destacando en dicho cántico, como inequívoca señal, la siguiente frase:  De la Roca que te creó te olvidaste; Te has olvidado de Dios tu creador. (Deut.32:18)

Olvidar, según el Diccionario de la Lengua Española, entre otras acepciones, significa:  Dejar de retener en la mente algo o a alguien; o dejar de sentir afecto, interés o estima, por alguien o por algo.

Y como la memoria humana es la función cerebral que procesa, almacena y recupera o recuerda la información y conocimiento obtenido, se puede llegar a la conclusión el motivo que tuvo el Señor, al instar a Josué, sucesor de Moisés, a profundizar en el estudio del Libro de la Ley, para no olvidarse de Dios:

Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo: Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. (Josué, 1:1,8) 

Porque, si descuidar, ignorar, omitir o desatender, son algunos de los sinónimos a tener más en cuenta del verbo olvidar, el Señor alienta y no solo a Josué, sino a todos aquellos que le hemos creído a no descuidar Su Palabra; a no ignorar lo que en ella se enseña para ponerla por obra (llevarla a la práctica):

Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios…  (Deuteronomio, 8:11-14)

Labor, la de “refrescar la memoria” encomendada por nuestro Padre celestial al Espíritu Santo, para no olvidar ninguna de las enseñanzas del Señor Jesucristo: Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. (Juan, 14:26)

Incluso el apóstol Pablo, conocedor de la fragilidad humana, exhorta a su “pupilo” Timoteo a persistir en lo que aprendió de él; y a no olvidarse de Dios. Insistiendo en la importancia de la Palabra para alcanzar sabiduría en Cristo Jesús:

Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. (2 Tim. 3:14-17)

Por lo que, para no olvidarse de Dios y retener sus enseñanzas, la lectura y meditación de su Palabra, es, con la ayuda del Espíritu Santo, requisito indispensable para mantener viva la relación que, a través del Señor Jesucristo, mantenemos con nuestro Creador.

Olvidarse de Dios, es dejar de sentir interés y aprecio por su Palabra.

Así que, según el rey Salomón, El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. (Eclesiastés, 12:13)

 

* Deuteronomio, 32 (Cántico de Moisés) 

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.  

 

 

 

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