Olvidarse de Dios.

 

 

Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre… (Deut. 8:11-20)

Tenemos en la Biblia muchos casos de personas que recibieron del Señor bendiciones de todo tipo, incluso reinos. Personajes que se comprometieron a servirle, a guardar y a hacer guardar sus mandamientos y estatutos, agradecidos por el bien que sin merecerlo el Señor les había hecho.

Pero que a lo largo de su vida incumplieron su compromiso, olvidando el pacto contraído y La Palabra de Dios. Acarreando para ellos y para su familia, los males que sus actos merecieron.

Entre ellos encontramos a Salomón. Este rey tuvo el privilegio que el Señor le hablara en dos ocasiones y en ambas le conminó a recordar y a guardar toda la Ley para que le fuera bien. (1ª Reyes, 9:1-8)

Pero que al tiempo, como todos conocemos, además de las bendiciones recibidas, olvidó su compromiso con el Señor de Gloria, que hasta en dos ocasiones se le apareció, invalidando de hecho, el pacto establecido. (1ª Reyes, 11:1-11)

Se olvidó Salomón, al igual que tantos otros del Señor. (Jueces, 3:7)

Es el verbo olvidar, el que más solemos conjugar los que conocemos o decimos que conocemos al Señor, a pesar de que no lo hagamos con palabras sino con hechos, porque según el diccionario abreviado, de María Moliner, el vocablo olvidar significa: Dejar de tener algo presente en la memoria, en la imaginación, o en la inteligencia; y que en el caso que nos atañe podríamos parafrasearlo como: Dejar de tener presente en la memoria al Señor. Y más teniendo en cuenta que algunos de los sinónimos de olvidar son: abandonar, desatender y arrinconar.

Porque al olvidar que un día, emocionados, le pedimos al Señor, que entrara en nuestras vidas, para servirle y obedecerle en todo, abandonamos de hecho ese compromiso; desatendiendo la voluntad del Señor, que al principio no parecía lo más importante para nuestra vida; arrinconando o dejando para cuando se tenga tiempo, la lectura y la meditación del libro (La Biblia) que tanto nos llenó, ayudó y guió, durante muchos momentos importantes o difíciles de nuestra vida. (2ª Tim. 3:16-17)

Porque, aunque no nos diésemos cuenta, al comenzar a caminar con el Señor, la bendición preparada para «todos» los que siguen, actuó eficazmente también en nosotros. Bendición que no es solo en lo espiritual, aunque por ahí se comience. Ya que desaparecen ataduras; se abandonan vicios, actitudes, comportamientos y todo tipo de cosas que el Señor aborrece.

Además, se abren puertas que para nosotros permanecían cerradas: nuevas oportunidades laborales; negocios que de nuevo comienzan a funcionar; paz y armonía en los hogares, y algunas cosa más que todos conocemos y no vamos a enumerar; y todo ello simplemente, por la gracia de Dios.  (2ª Cort. 8:9)

Pero que al tiempo, poco a poco, lentamente, al haber engordado, en lo espiritual y/o en lo material, debido a la prosperidad conseguida, se puede llegar a olvidar que todo esto ha sido obra de Dios, y no obra de nuestras manos o de nuestro propio esfuerzo. (Oseas, 13:6)

Lo cierto es, que somos propensos a olvidar el bien que se nos hace. Es como si alguien o algo estuviera deseando borrar de nuestra mente, toda aquella bendición que del Señor recibimos.

Incluso olvidamos el bien que nos haya podido hacer cualquier persona, sea hermano en Cristo o no, y nunca olvidamos el daño o la ofensa que se nos haya hecho, sea hermano en Cristo o no. ¿Curioso, verdad?

Aunque estoy seguro que los que amamos al Señor, tendremos siempre presente y nunca vamos a poder olvidar, pase lo que pase, todo lo que el Señor nos ha dado: La salvación por medio de Jesucristo, el Espíritu Santo como Consolador, y Su Palabra como guía. Además de todo lo demás que acompaña al Reino de Dios y su Justicia.

Así que sería bueno no olvidar, lo que La Palabra de Dios dice al respecto:

Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace. (Santiago, 1:25)

 

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

3 comentarios sobre “Olvidarse de Dios.

  1. Así es! es una pena la facilidad de «olvidar» que tenemos los cristianos. Nos olvidamos de aquellos que nos hicieron bien, y nos olvidamos de nuestro creador, del que tantas bendiciones hemos recibido…
    Me quedo con este versículo que ha citado, pastor:
    «Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.»
    ¡AMÉN!

  2. Yo también creo que se suele olvidar muy pronto no solo al Señor, sino a todos aquellos que hicieron lo posible para que le conociéramos, al no darles el respeto debido.

    Olvidar es hacer morir un poco todo aquello que un día, nos hizo felices.

  3. Pastor, sus artículos son una bendición tanto para nuestra alma como para nuestro cuerpo; concretamente en este artículo especial, me pregunto: Si una persona se olvida de lo que Dios ha hecho en su vida, y si esa persona es cristiana; ¿cómo actuará con sus semejantes,o hasta que punto se compromete con sus amigos, con sus familiares, con sus hermanos en la fe, con sus seres «amados» …? BENDICIONES.

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