Varón de Dios.

 

 

Tengo un amigo, pastor él, que cada vez que me llama por teléfono se dirige a mí de esta manera: ¡Varón de Dios! ¿Cómo te va? A lo que yo le contesto: Si soy varón de Dios…, el resto me lo guardo para mí.

Así que vamos a exponer de manera muy sencilla y explícita, y sin ánimo de contender con opiniones y puntos de vista contrarios o diferentes a los aquí manifestados, que nunca llegan al fin deseado, lo que se supone, para que todos tomemos conciencia de ello, como es o debe ser la actitud y el comportamiento de alguien que aspire ser un varón de Dios. Entendiendo como varón de Dios, a todo aquel hombre que está o pretenda estar al servicio de Dios.  (1ª Reyes, 17:24)

Y para ello vamos a tomar como ejemplo a Josué, aunque podríamos tomar muchos más ejemplos de hombres que sirvieron al Señor; pero para no extendernos mucho y no complicar las cosas, nos quedaremos con Josué.

Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos a quien servir; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová. (Josué, 24:15)

Estas fueron prácticamente las últimas palabras del discurso que dirigió Josué a los israelitas, al final de sus días, amonestándoles para que se comprometieran a servir y a obedecer al Dios de Israel.

Dejando muy claro que él, desde tiempo atrás, había tomado la decisión de servirle; y que por esa decisión, por su ejemplo, los suyos, los de su casa, también le servían y le servirían.

Fue el Señor mismo el que escogió a Josué como sucesor de Moisés, pidiéndole que se esforzara y fuera muy valiente, no solo para combatir, sino para algo mucho más importante: Para guardar y hacer guardar toda la ley de Dios; porque de esa manera prosperaría en su camino y todo le saldría bien. Tendría el respaldo del Señor. (Josué, 1:1-9)

Pero para llegar a esto, durante largo tiempo tuvo que estar bajo las órdenes de Moisés. (Éxodo, 17:8-14)

Además de servirle, tuvo el privilegio de acompañar a Moisés cuando este subió al monte Sinaí. (Éxodo, 24:13)

Y debido a la relación que mantenía con Moisés, cada vez se acercaba más al Señor. (Éxodo, 33:11)

Aprendiendo a conocer, al llegar a ser no ya el servidor de Moisés, sino su ayudante, el mover del Espíritu de Dios. (Núm. 11:25-29)

Fue junto a Caleb, el único de los que reconocieron la tierra prometida, que creyendo en las promesas de Dios, animaron al resto de los israelitas a que entraran y tomaran posesión de esa tierra. (Núm. 14:6-9)

Debido a lo todo lo expuesto, es escogido por Dios como sucesor de Moisés. (Núm. 27:18-23)

Y designado junto al sacerdote Eleazar para repartir la tierra que les prometió el Señor. (Núm. 34:17)

Finalmente, según lo había establecido el Señor, es investido por Moisés para ocupar su cargo, una vez que este falleciera. (Deut. 31:14; 34:9)

Meditando en este pequeño resumen, nos daremos cuenta, que para llegar a ser un hombre de Dios, en primer lugar, debe uno ser liberado o estar libre de cualquier atadura o dependencia, (sea la que sea) a la que esté o pueda estar atado; al igual que lo fue Josué de la esclavitud de Egipto.

Su comportamiento y actitud, debe ceñirse a lo establecido por Dios en su Palabra, tanto en el hogar, en el trabajo o en sus relaciones con la sociedad o lugar donde viva. Y no digamos en la Iglesia.

Estar sujetos, (aunque nos cueste) a aquellos, que en verdad están al servicio de Dios y que con su comportamiento y no con palabras, lo demuestren; aprendiendo de ellos a tener una relación de dependencia más estrecha con el Señor.

Para que llegado el momento, el momento de Dios; sin ningún tipo de temor, y sin importarnos lo que piensen y digan de nosotros, seamos capaces con valentía, de tomar como guía para nuestra vida, toda la Palabra de Dios. Al igual que el Señor se lo recomendó a Josué; porque nos irá bien y estará con nosotros, al igual que estuvo con Josué, varón de Dios, ya que:

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. (2ª Tim. 3:16-17)

Porque de lo que se trata, según se extrae de la Palabra de Dios, es el ser integro en nuestras relaciones, en primer lugar con Dios; después con los de nuestra casa y a continuación con la Iglesia y hermanos en Cristo; sin tratar de aparentar, lo que no se es, engañándonos a nosotros mismos. Porque la diferencia, entre un hombre (varón) de Dios, y un hombre de iglesia es abismal, por mucho que se quiera disimular.

Así que sería bueno tener en cuenta que el velar, la firmeza en la fe, la virilidad y el esfuerzo, además del amor de Cristo en el corazón del hombre, son requisitos indispensables para ser considerado, varón de Dios.

Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos.
Todas vuestras cosas sean hechas con amor.
(1ª Cort. 16:13-14)

 

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

 

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