La Oración Eficaz

Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.   (Santiago, 5:16)

Muchas veces me he cuestionado a mí mismo al haber orado por una situación, para corregirla y no haber podido conseguir el objetivo deseado.

Oración que ciñéndome a la Palabra de Dios, había elevado en el nombre de Jesús, tal y como el mismo Jesús lo recomendó:

Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.
(Juan 14:13-14)

…De cierto de cierto os digo, que todo cuando pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.
Hasta ahora nada habéis en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. (Juan, 16:23-24)

Pero que al reflexionar en el versículo que encabeza este artículo, he podido darme cuenta de algo muy importante, que tal vez fuera el impedimento a mis oraciones: El orar sin conocer los detalles del problema o el de la situación por la que se ora.

Porque al confesarnos unos a otros las ofensas, u otras cosas, abrimos puertas a la necesaria confianza mutua; ya que no se trata tan solo de habernos ofendido entre nosotros, sino de haber ofendido a Dios; pecado (ofensa) que se suele mantener mas que oculto.

Confesar es confiar. Confiar es dar u ofrecer información sobre el problema que nos aqueja para hallar por medio de la oración, solución. Porque la confesión, lleva a la solución de todo aquello que nos aflige, (según Santiago) por medio de la oración.

Oración que de manera eficaz, nos va ayudar a través de la información obtenida, a conseguir el fin deseado. Jesús mismo requirió información sobre un joven atormentado por un espíritu inmundo; entendiendo que lo que consiguió el Maestro, además de obtener información (aunque él ya sabía) fue arrancar una confesión de confianza y fe de los labios del padre del joven:

Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo desde niño. Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos.
Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.
E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.
(Marcos, 9:16-29)

Ahora bien, para completar esta ley espiritual, se necesita a un justo que eleve la oración eficaz que proporciona la información.

La boca del justo habla sabiduría, Y su lengua habla justicia. La ley de su Dios está en su corazón; Por tanto, sus pies no resbalarán. (Salmos, 37:30-31)

Justo, que no es precisamente el que aparenta no haber roto un plato en su vida, y se pasa el día dando aleluyas, y oyendo y viendo vídeos de música cristiana; disfrazando el orgullo religioso que le atenaza, con falsa humildad, al creerse “digno” de poseer toda o gran parte de la verdad de Dios.

Si no que son todos aquellos, que habiendo sido justificados por Dios en Jesucristo, (1ª Cort. 6:11)  con la ayuda del Espíritu Santo, caminan con rectitud acatando su voluntad; guardando y dando a conocer Su Palabra, para ser bendecidos, y bendecir, al tener el favor de Dios. (Salmos, 5:12)

Y si se tiene el favor de Dios, este debe ser el resultado:

Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos. (Salmos, 34:15)

Amén y amén.

 

Que la gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

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