Una mañana orando, como si de un anuncio publicitario se tratara, me vino a la mente la palabra “permanencia”. Concluido mi tiempo de oración, recordé el siguiente versículo:
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. (Juan 15:7)
Y me pregunté… ¿Qué quiso decir Jesús cuando les dijo a sus discípulos esas palabras?
Porque el sustantivo “permanencia” es un término que se refiere a la capacidad de mantener una situación o condición a lo largo del tiempo.
Implica además la capacidad de resistir a influencias que puedan intentar alterar o destruir lo que permanece. Y está estrechamente relacionada con la identidad y la dependencia.
La permanencia, también implica además de dependencia, obediencia.
Y la obediencia, como resultado de nuestra relación con el Señor Jesucristo, produce crecimiento y madurez espiritual, es decir fruto, para que todo lo que pidamos al Padre, al permanecer en Cristo, nos sea concedido.
De ahí, la importancia de permanecer en Cristo y de que sus palabras permanezcan en nosotros.
No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. (Juan, 15:16)
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.