Aunque la mayoría de las reseñas que se han hecho sobre el libro de Job, tratan sobre el sufrimiento y la paciencia de Job, quisiera en esta ocasión, una vez leídos los textos bíblicos, que acompañan a esta reflexión, destacar su faceta como padre:

En la región de Uz había un hombre recto e intachable, que temía a Dios y vivía apartado del mal. Este hombre se llamaba Job. Tenía siete hijos y tres hijas; era dueño de siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes y quinientas asnas, y su servidumbre era muy numerosa. Entre todos los habitantes del oriente era el personaje de mayor renombre. Sus hijos acostumbraban turnarse para celebrar banquetes en sus respectivas casas, e invitaban a sus tres hermanas a comer y beber con ellos. Una vez terminado el ciclo de los banquetes, Job se aseguraba de que sus hijos se purificaran. Muy de mañana ofrecía un holocausto por cada uno de ellos, pues pensaba: «Tal vez mis hijos hayan pecado y maldecido en su corazón a Dios.» Para Job ésta era una costumbre cotidiana.    (Job, 1:1-5, NVI) 

Era Job, además de rico, justo, íntegro y temeroso de Dios, padre de siete hijos y de tres hijas. Y cómo padre, que lo soy, (aunque no tan numeroso) me imagino el tiempo y el esfuerzo que dedicaría a la crianza y al bienestar de sus hijos, para que, con su ejemplo, fueran hombres y mujeres de bien.

Camina en su integridad el justo; sus hijos son dichosos después de él. (Prov.20:7)

Una vez emancipados sus hijos, parece ser, por lo leído, que les habría dotado de lo necesario para que cada uno de ellos tuviera su propia casa y tal vez su propio negocio o profesión, llevando una vida acorde a una próspera situación económica; en caso contrario no podrían celebrar convites (banquetes) de manera regular. Ya que, según la Palabra, no son los hijos los que deben ahorrar para los padres, sino los padres para los hijos.  (2 Cort. 12-14, NVI)

No dejó Job, aunque contemplara con satisfacción, la armonía y el bienestar de sus hijos, de inquietarse por su salud espiritual, a pesar de “ser mayores e independientes” asegurándose después de cada fiesta o banquete que se “purificaran” es decir, se examinaran a sí mismos, por si habían cometido algún exceso o pecado. Para que, al pedir perdón, no ser juzgados por Dios, ya que: Si nos examináramos a nosotros mismos, no se nos juzgaría; pero si nos juzga el Señor, nos disciplina….  (1 Cort. 11:31-32, NVI)

Pero, de Job, lo que más me llama la atención, es la oración (holocausto) que cada mañana elevaba en el altar de Dios, por cada uno de sus hijos e hijas por si acaso hubieran pecado y, en su corazón, haber maldecido a Dios. Convirtiéndose en una costumbre para Job, el interceder diariamente por cada uno de sus hijos, porque… En el temor de Jehová está la fuerte confianza; y esperanza tendrán sus hijos. (Prov. 14:26)

Costumbre, la de Job, que como padre he hecho mía, al igual que (imagino) habrán hecho suya otros tantos padres, que cada día colocan en el altar de Dios a sus hijos, para que les vaya bien y sean prosperados a través del conocimiento del Dios de salvación.

Por lo tanto, aunque no seamos ricos como Job, al menos, sería conveniente, ser íntegros y temerosos de Dios, para que, al guardar su Palabra, alcancen nuestros hijos e hijas, la bendición de Dios. Porque,  de lo que  se trata,   es que ellos y  también nosotros,  alcancemos la bendición de Dios, como señalan las Escrituras:

Guarda y escucha todas estas palabras que yo te mando, para que haciendo lo bueno y lo recto ante los ojos de Jehová tu Dios, te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti para siempre. (Deut. 12:28)

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

La Vila, 19 (día del padre) de marzo de 2021.

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