Los que dicen ser apóstoles.

 

En el libro de Apocalipsis, dirigiéndose el Señor a la iglesia en Éfeso, le dice “al ángel” de la iglesia (entre otras cosas)   lo siguiente:   Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos. (Apoc. 2:2)

La verdad es que de no haber  varios siglos por en medio,  me hubiera  gustado preguntarles   a los cristianos de Éfeso, como consiguieron descubrir a los falsos apóstoles que pululaban entre ellos. Porque es una pregunta  que aún sigo haciéndome: ¿Cómo se puede descubrir a los que se dicen ser apóstoles y no lo son?

Cuando comencé mi caminar en Cristo, de esto hace ya unos 40 años, al menos en España, los apóstoles más conocidos eran san Pedro y san Pablo por el “currículum”  bíblico que de ellos se tenía.  No conocí a nadie  que se definiera  como apóstol; los españoles  que habrían obras (ahora se plantan iglesias)   en las distintas localidades, eran  pastores; los  que venían del extranjero a dar a conocer el  evangelio de Jesucristo  o  colaborar con la iglesia local, misioneros.  

Porque según se entendía,  un apóstol debía ser  alguien escogido por el mismo Señor Jesucristo. (Gal. 1:1) Debía haber visto a Cristo resucitado. (1 Cort. 9:1) Debían acompañarle señales y milagros, (2 Cort. 12:11-12) y sobre todo,  su doctrina debía estar apoyada en la Palabra de Dios, porque el que persevera  en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. (2 Juan, 1:9)

Por lo tanto a nadie se le pasaba por la cabeza proclamarse apóstol; no porque se tuviera  falsa doctrina  sino,  porque (exagerando un poco)   se podría considerar   como  una blasfemia el  equipararse  a los doce  apóstoles escogidos por el Señor Jesús,  después de una noche de oración: En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles. (Lucas 6:12-13)

La palabra apóstol, que procede del griego, y que  significa   “alguien que es enviado para dar un mensaje”  ilustra todo el trabajo y la dedicación del Señor Jesús durante más de tres años para con los doce que él escogió, a los cuales inició,  instruyó y  capacitó para que llevaran el mensaje de salvación a las gentes:   Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. (Marcos, 16:15)

Por lo tanto,  no se trata (el apostolado) de un ascenso en el escalafón espiritual,  como algunos creen que es, sino de alguien que es enviado para dar a conocer  con mucha humildad, un mensaje: El evangelio de Jesucristo.   Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;  enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.  (Mateo, 28:18-20)

En la actualidad  como todos sabemos, sobreabundan  los apóstoles;  y  no sé (nadie me lo ha explicado)   qué méritos se deben reunir para ser considerado apóstol y por quien. Aunque lo que sí sé,  es que los que se consideran apóstoles, les encanta  (aunque no todos) que se les llame “papá o mamá” según el apóstol sea hombre o mujer,  (que también las hay) basándose en este texto de san Pablo: Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. (1 Cort. 4:15) Obviando que no solo los llamados apóstoles “engendran” porque de ser así, todo aquel que lleva alguien a los pies de Jesucristo, también debería ser llamado “papá”  cosa que no ocurre y tampoco sé por qué.

Así que, el Señor Jesús previendo este tipo de situaciones alertó a sus discípulos para evitar que se sintieran importantes: Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. (Mateo, 23: 8-9) Exceptuando naturalmente a los progenitores.

De lo único que estoy convencido, volviendo a lo que el Señor le dijo “al ángel” de la iglesia en  Éfeso, que no se sabe bien  si se trataba de un ángel, o de un  obispo, pastor o anciano  de la iglesia local es que  hallaron mentirosos a los que diciendo ser apóstoles no lo eran. 

Y que tal vez pudieran haberse dado  cuenta de que eran mentirosos porque los tales  suelen ser fabuladores,  y un  fabulador que es sinónimo de mentiroso,  es alguien que tiene tendencia a inventar cosas fabulosas o increíbles presentándolas como hechos reales. Advirtiendo el apóstol Pablo (como si de una premonición se tratara) a su pupilo Timoteo que se encontraba en Éfeso, (1 Tim. 1:1-4) que no dejase de predicar a tiempo y a destiempo,  debido a que vendría un tiempo que los creyentes prestarían más atención a las fábulas que a la Palabra de Dios:

Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino,  que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias,  y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. (2 Timoteo, 4:1-4)

Así que volviendo de nuevo a lo que el Señor le dice a la iglesia de Éfeso, pero en esta ocasión a la reprensión que le hace: Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. (Apoc. 2: 4) Actitud, al dejar el primer amor,  que abre las puertas a doctrinas extrañas,  a dejar de lado la impronta de Cristo  y  sin darse cuenta,  a través de fábulas, alejarse  de Dios. (1 Timoteo,  4:1)   

En fin,  aunque soy de los que creen en los cinco ministerios. Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, (Efesios, 4:11-12) no pongo en duda de que hay falsos apóstoles; (2 Cort. 11:13)  Falsos profetas y maestros. (2 Pedro, 2:1)  Al igual que falsos evangelistas, (2 Cort. 11:3-4)  Como también falsos pastores, (Ezequiel, 34:1-10)  y  falsos hermanos. (2 Cort. 11: 25-26) 

Por lo tanto, y para terminar,  sólo le pido a Dios que nos dé a  todos los que estamos a su servicio,  la misma sabiduría y revelación  que les dio a  los de Éfeso, para probar a aquellos  que dicen ser  apóstoles y no lo son;  aunque tengo la impresión,  que el Señor Jesús,  en su infinita sabiduría,  nos dejó claros indicios para lograrlo:

Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Más entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor,  y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. (Mateo, 20:25-28)

 

Desde el confinamiento, que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

 

 

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