El creer.

Una vez que el Señor Jesús hubo alimentado a más de 5000 personas con cinco panes de cebada y dos peces, y haber sanado a muchos, la gente comenzó a seguirle, no por las señales que como Mesías hizo, sino porque habían comido (gratis) hasta saciarse, por lo que el Señor les dijo:

… De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.

Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.

Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces?  (Juan, 6:26-30)

La gente (tal vez) molesta, por decirles Jesús, que solo le buscaban por la comida, y no por las sanidades y milagros, que, como Hijo de Dios hizo, le preguntaron (en mi opinión de manera altiva) los pasos a seguir para hacer la voluntad de Dios.

Dejándoles muy claro el Señor Jesús, que, para llevar a cabo la voluntad de Dios, no sólo debían de creer en el Padre, sino también debían creer en él:  No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. (Juan, 14:1)

Y como, creer, según el diccionario abreviado de uso del español de María Moliner,  significa: “Aceptar alguien como verdad, una cosa cuyo conocimiento no tiene por propia experiencia, sino que le es comunicado por otros”. (Hechos 13:48)

Al creer en Jesucristo, aceptamos, sin (en un principio) tener total conocimiento, que fue enviado por el Padre, para darnos salvación y vida eterna.  (Juan 3:16)                                                                                                        

Y que, al creer, al no ser (el creer) un sentimiento pasivo, sino la acción que lleva a la fe para agrado del Padre, «porque sin fe, es imposible agradar a Dios» (Hebreos, 11:6) motiva a los creyentes, como discípulos de Jesucristo, no solo  a vivir, como Él vivió,   sino a  hacer lo que Él hizo.  De ahí la importancia de creer en el Señor Jesucristo.

De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre. (Juan, 14:12)

¿Podrías pensar en ello?

 

 

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