Velar y Orar.

 

 

Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. (Mateo, 26:31)

Velar y orar, (como acabamos de leer) es lo que les recomendó Jesús a sus discípulos cuando les encontró dormidos, mientras angustiado oraba a su Padre en Getsemaní.

Recomendación necesaria, para que lo espiritual llegue a tener la supremacía sobre nuestra carne; porque cuando estábamos alejados de Jesús, el orden de prioridades a satisfacer era en primer lugar, siempre el cuerpo, seguido del alma y por último el espíritu; y este a ser posible dormido. (Rom. 8:5)

Una vez en Cristo, el orden se invierte o debe invertirse: En primer lugar el espíritu, seguido del alma y finalmente el cuerpo, y este bien despierto, para velar y poder orar según la necesidad del momento para no entrar en tentación. (1ª Cort. 6:20)

Porque una vez renacidos, debemos atender todas las demandas espirituales que el Señor requiere o requiera de nosotros, esforzándonos a que nuestro cuerpo se obligue a través del alma, como si de una correa de transmisión espiritual se tratara, a responder adecuadamente, a todas las indicaciones que el espíritu le hace. (Gálatas 5:16-17)

Lo cierto es, que el estar atentos y vigilantes (velar) junto a la oración, (la gimnasia del alma) nos llevan a mantenernos activos y fuertes en Cristo Jesús, para resistir a toda tentación.

Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. (1ª Pedro, 5:8)

 

¿Podrías pensar en ello?

 

 

 

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