Justicia, misericordia y humildad.

 

 

 

En el libro del profeta Miqueas, y concretamente en el capítulo seis del citado libro, el Señor, invita a los montes y collados a que sean testigos mudos en contra de Israel, su pueblo; al dirigirse  o más bien acusarle  de deslealtad cuando les había colmado de favores y bienes.  Preguntándoles el Señor en que les  había fallado o molestado para  que tuvieran dicho comportamiento hacia él:

Oíd ahora lo que dice Jehová: Levántate, contiende contra los montes, y oigan los collados tu voz. Oíd, montes, y fuertes cimientos de la tierra, el pleito de Jehová; porque Jehová tiene pleito con su pueblo, y altercará con Israel. Pueblo mío, ¿qué te he hecho, o en qué te he molestado? Responde contra mí. Porque yo te hice subir de la tierra de Egipto, y de la casa de servidumbre te redimí; y envié delante de ti a Moisés, a Aarón y a María.  Pueblo mío, acuérdate ahora qué aconsejó Balac rey de Moab, y qué le respondió Balaam hijo de Beor, desde Sitim hasta Gilgal, para que conozcas las justicias de Jehová. (Miqueas, 6: 1-5)

A lo que parece ser, el pueblo de Israel, reconoce la acusación del Eterno y pregunta de qué manera puede reconciliarse con su Dios:   ¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? (Miqueas, 6:6-7)

Creyendo que recurriendo a sacrificios de toda índole la situación va a quedar zanjada con el Altísimo,  cuando tenían pleno conocimiento de lo que en cuanto sacrificios, para justificación,  le dijera el profeta Samuel al rey Saúl:   ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. (1 Sam. 15:22)

A lo que el profeta  responde al pueblo de Dios, que se dejen de “divagaciones” porque ya saben lo declarado por el Señor como bueno, tal y como señalan las Escrituras:   Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?  (Deut. 10:12-13)

No pide el Señor sacrificios, lo único que pide el Señor  de ellos (de nosotros también)  es: Hacer justicia, amar la misericordia, y humillarse ante  su Dios. (Miqueas, 6:8)

Porque el hacer justicia implica reconocer por derecho o mérito,  lo que le corresponde  a una persona y hacer que se cumpla.

Hacer justicia y juicio es a Jehová más agradable que sacrificio. (Prov. 21:3)

La  misericordia que pide el Señor,  debe ir acompañada de amor, porque  la misericordia es el sentimiento y la virtud de compadecerse del pesar ajeno, y por lo tanto se debe obrar en consecuencia  y no sólo con palabras de aliento,   si no  con acciones para mitigarlo. No es lástima, porque la lástima sin más, es solo un sentimiento que produce tristeza  o ternura por el padecimiento de alguien.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.  (Mateo, 5:7)

Y en cuanto el humillarse ante Dios, es el adoptar una actitud de humildad ante el Creador del Universo por lo que él es;  porque la humildad conduce a la benevolencia de Dios.

Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.   (Isaías, 57:15)  

Por lo tanto, una vez conocido lo que es bueno a los ojos de Dios,  y que como pueblo de Dios conocemos,  nos  es imprescindible la presencia del Espíritu Santo  para que nos recuerde lo dicho por el Señor Jesús y nos enseñe como llevarlo a cabo: Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. (Juan 14:26)

Porque no tiene ningún sentido conocer lo bueno de Dios,  que además es bueno para nosotros, e ignorarlo.

Así que, el que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado. (Sant. 4:17)

 

 

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

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