Maletas.

 

El Dios eterno, conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo.   El hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más.

Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos; sobre los que guardan su pacto, y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra..   (Salmos, 103:14-18)                                                                                                              

Me encontraba en el aeropuerto de Madrid, esperando el avión que me iba a llevar a casa después de un largo viaje, observando el trasiego y la diversidad de maletas que portaba cada una de las personas que en el aeropuerto nos encontrábamos.

Lo que me llevó a recordar parte de la predicación de san Pablo en el Areópago ateniense:

Y de una sangre ha hecho (Dios) todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. (Hechos, 17:26-27)

Porque, me di cuenta, por el trasiego que observé, que las personas, tiramos de nuestros cuerpos (como maletas) de acá para allá, buscando “no sé qué” sin tener en cuenta a nuestro Creador, a pesar de que está cerca de nosotros.

Cuando deberíamos, porque nos va la vida (eterna) en ello, seguir la recomendación del   profeta Isaías:  Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.  (Isaías. 55:6)

Nos iría bien a nosotros, a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos, seguir dicha recomendación.

Así que, de nosotros depende.

¿Podrías pensar en ello?

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