Lo que Dios juntó.

 

Le preguntaron unos fariseos a Jesús si era lícito al marido repudiar a su mujer, a lo que Jesús les contestó que según la ley de Moisés sí, pero que en el principio, antes de la ley,  no era así. Respuesta que incluso a sus discípulos no les agradó, teniendo que ser el Señor más tajante en cuanto este tema, responsabilizando por igual a hombres y mujeres a los ojos de Dios,  en caso de llegar al repudio o divorcio:

Levantándose de allí, vino a la región de Judea y al otro lado del Jordán; y volvió el pueblo a juntarse a él, y de nuevo les enseñaba como solía. Y se acercaron los fariseos y le preguntaron, para tentarle, si era lícito al marido repudiar a su mujer. El, respondiendo, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?  Ellos dijeron: Moisés permitió dar carta de divorcio, y repudiarla. Y respondiendo Jesús, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento; pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer,  y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. En casa volvieron los discípulos a preguntarle de lo mismo,  y les dijo: Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella;  y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio. (Marcos 10:1-12)

 Se está viendo desde hace unos años que el divorcio ha entrada en las iglesias (de España) para quedarse. Parejas que enamoradas unieron sus vidas “ante Dios” y que se prometieron  fidelidad hasta que la muerte les separara, se separaron antes de que les llegara la separación definitiva, es decir  el final de la vida.   Alegando,  en muchos casos,  para justificar la ruptura matrimonial, que se acabó el amor.  Como si cada uno de nosotros poseyera una determinada cantidad de amor, para ir gastándolo, poco a poco,   hasta acabarlo.

Lo triste es  que   muchas parejas a las  “que se les acabó el amor”  no se unieron  en yugo desigual con incrédulos,  sino todo lo contrario; parejas que al crecer  en la iglesia, allí se conocieron y decidieron  (en la iglesia)  compartir sus vidas.  Justificando  lo del fin del amor, para encubrir de manera inocente (si se pudiera)  el pecado de adulterio. (Col. 3:5)  Porque parece ser,  que, (en la mayoría de casos es así)  cuando en un matrimonio se termina el amor, ya comenzó a través de una mirada,  de  una sonrisa o de un apretón de manos, en otro lugar;  hasta llegar donde nunca se debería haber llegado, porque:

Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.  Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. (Santiago, 1:14-15)

Creó Dios en el principio, al hombre. Varón y hembra los creó como todos sabemos. Del polvo de la tierra creó Dios a Adán, a Eva del costado de Adán. De uno,  hizo dos seres vivientes, pero Dios quiso que los dos volvieran  a través del amor, a ser  uno:   Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar.  Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada.  Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. (Génesis, 2:21-24)

Todo lo que hizo Dios fue y es bueno en gran manera, incluso juntar (en matrimonio)  al hombre y la mujer en una sola carne. (Génesis, 1:31)

Unión que a pesar de ser buena, el hombre (varón o hembra) al no permitir la entrada de la Palabra de Dios (como la que nos ocupa)  en ciertas áreas de su vida,  la indiferencia e insensibilidad comienzan a arraigarse en el corazón; y al asentarse en él, habiéndose endurecido el corazón,  se es capaz (varón o hembra) de separar, incluso, lo que Dios juntó. Porque el hombre (varón o hembra) una vez endurecido su corazón, no  atiende razones, aunque estas vengan de Dios:  

Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido;  y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer. (1 Cort. 7:10-11)

Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios. (Hebreos, 13:4)

Porque el amor,   sin mencionar que pueda acabarse, lo define la Real Academia de la Lengua Española como: Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.

Y como el amor es uno de los distintivos de Dios, Las Sagradas Escrituras,  amplían, embellecen  y subliman  aún más,  dicho término: El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;  no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser. (1 Cort. 13:4-8)

Así que,  el que quiera oír, que oiga; y el que no quiera oír,   que no  oiga, pero esto es lo que dicen  las Escrituras  inspiradas por Dios: Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

 

Un comentario sobre “Lo que Dios juntó.

  1. Que buena esa meditación. Realmente siempre bendice mi vida cada vez que me envía las lineas que Dios le da para edificar a todos los que leen sus artículos.
    Deseo que las mas ricas bendiciones de Dios estén sobre sus vidas y las de sus familiares.
    Nos mantenemos orando por ud. y su ministerio.
    Aqui en Cuba también estamos cumpliendo con la gran comisión y
    esparciendo el olor del conocimiento de Dios en todo lugar.

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