Heme aquí, Señor.

Es, heme aquí, la traducción de la palabra hebrea “hineni” que implica una disposición para responder a un llamado divino o una tarea importante. Representa la voluntad de comprometerse sin excusas.

Decir hineni, (heme aquí) es una plena aceptación a la voluntad de Dios. Se encuentra en momentos cruciales de las Sagradas Escrituras, donde personajes como Abraham, Moisés y Samuel, entre otros, responden al llamado de Dios con esta palabra.

Decirle, hineni (heme aquí) a Dios, es asumir un compromiso y una entrega a Él, sin volverse atrás.  Es aceptar que Dios confía en nosotros y nosotros en Él.

Por lo que vamos a recordar lo ocurrido después de que algunos personajes mencionados anteriormente, le dijeran al Señor: HINENI.

ABRAHAM

Algunos años después de haberle dado el Señor a Abraham el anhelado hijo que le prometió, (Gén. 21:1-5) llama el Señor a Abraham, y sin saber en concreto que requería Dios de él, le responde sin dudar:  Hineni.

Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. (Gén. 22:1)

Quiso Dios probar la fidelidad de Abraham, y le pide que le ofrezca su amado hijo Isaac en holocausto, y que, al ver la lealtad de Abraham, el Señor lo detuvo en el último momento. (Gén. 22:10-12)

El resultado fue que, por la obediencia de Abraham, por decirle al Señor: Hineni, no solo iba a ser bendecido, sino que, por medio de su descendencia, iban a ser bendecidas todas las naciones de la tierra.

Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz. (Gén, 22:16-18)

JACOB

Después de haber estado Jacob, por veinte años trabajando, (catorce años por sus esposas y seis años por el ganado) en casa de su tío Labán sin que este cumpliera lo acordado, (Gén. 31:3-7) el Señor en sueños le llama para que abandone a su tío y regrese a su tierra. 

Y me dijo el ángel de Dios en sueños: Jacob. Y yo dije: Heme aquí. Y él dijo: Alza ahora tus ojos, y verás que todos los machos que cubren a las hembras son listados, pintados y abigarrados; porque yo he visto todo lo que Labán te ha hecho.  Yo soy el Dios de Bet-el, donde tú ungiste la piedra, y donde me hiciste un voto. Levántate ahora y sal de esta tierra, y vuélvete a la tierra de tu nacimiento. (Gén. 31:11-13)

Luchó Jacob con Dios en el camino de regreso, y este le cambió su nombre, ya no se llamaría Jacob, sino Israel.

Y le dijo Dios: Tu nombre es Jacob; no se llamará más tu nombre Jacob, sino Israel será tu nombre; y llamó su nombre Israel.  También le dijo Dios: Yo soy el Dios omnipotente: crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos. (Gén. 35:10-11)  

Pero no se quedó solo con esa bendición, sino que, años después, vuelve a llamarle el Señor en visión de noche diciéndole que no tuviera temor de descender a Egipto, donde se encontraba su hijo José, al que por mucho tiempo dio por muerto, porque en Egipto, de sus descendientes haría una gran nación.

Y habló Dios a Israel en visiones de noche, y dijo: Jacob, Jacob. Y él respondió: Heme aquí.  Y dijo: Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas de descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación. (Génesis, 46:3)

Nación, que por haberle dicho Jacob «hineni» a Dios,  ha bendecido a otras naciones, tanto espiritualmente, como a través su desarrollo tecnológico, científico y cultural.

 MOISÉS

Ya habían pasado cuarenta años desde que Moisés tuvo que huir de Egipto, después de haber dado muerte a un egipcio que golpeaba a un hombre judío. (Éxodo, 2:11-15)

Vivía en tierra de Madián, donde se había casado con una de las hijas de Reuel, sacerdote de Madián, por lo que se tornó en el pastor de las ovejas de Reuel, su suegro. 

Mas los pastores vinieron y las echaron de allí; entonces Moisés se levantó y las defendió, y dio de beber a sus ovejas. Y volviendo ellas a Reuel su padre, él les dijo: ¿Por qué habéis venido hoy tan pronto?  Ellas respondieron: Un varón egipcio nos defendió de mano de los pastores, y también nos sacó el agua, y dio de beber a las ovejas. Y dijo a sus hijas: ¿Dónde está? ¿Por qué habéis dejado a ese hombre? Llamadle para que coma. Y Moisés convino en morar con aquel varón; y él dio su hija Séfora por mujer a Moisés. (Éxodo, 2:17-21)

Estaba Moisés, apacentando tranquilamente las ovejas de su suegro a través del desierto, llega Horeb, monte de Dios y allí se encuentra con algo que nunca antes había visto, una zarza de espinos que ardía y no llegaba a consumirse, así que, Moisés se acercó para comprobar porqué la zarza no se quemaba, cuando de repente, Dios le llama por su nombre de en medio de la zarza, respondiendo Moisés: Hineni.

Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios.  Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.  Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema. Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. (Éxodo, 3: 1-4)

Al haberle dicho Moisés al Señor, “hineni” pudo liberar de la esclavitud de Egipto a los israelitas, cruzar el mar Rojo en seco, hacer brotar agua de una roca y alimentarles durante cuarenta años en el desierto y conducirles a la Tierra Prometida por Dios.  Pero lo más importante fue recibir de la mano de Dios, mandamientos, leyes y estatutos por lo que se debían regir, no sólo los israelitas, sino todos los que iban a creer en Él. 

Y volvió Moisés y descendió del monte, trayendo en su mano las dos tablas del testimonio, las tablas escritas por ambos lados; de uno y otro lado estaban escritas. Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas. (Éxodo, 32:15-16)

Mandamientos y estatutos de Dios, que han influido significativamente en la legislación de muchas países. Sirviendo como base para la creación de sistemas legales, éticos  y sociales en diversas culturas, a lo largo de la historia.

SAMUEL

Fue Samuel el hijo de deseado de Ana, mujer de Elcana, de la tribu de Efraín.  Ana, al ser estéril, clamó a Dios por un hijo; y le hizo promesa al Señor diciendo que, si acordaba de ella y le daba un hijo varón, se lo entregaría para que toda su vida estuviera a su servicio.

E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirara la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida… (1 Sam. 1:11)

Petición que fue escuchada por el Señor. (1 Sam. 1:17-20) Así que, una vez destetado el niño, con alrededor de tres años, su madre Ana lo llevó a Silo, donde se encontraba el Tabernáculo y por lo tanto el Arca de la Alianza y se lo entregó al sumo sacerdote Elí para consagrarlo al Señor.

Y ella dijo: ¡Oh Señor mío! Vive tu alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová. Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová. (1 Sam. 1:27-28)

Samuel, que era aún un adolescente, servía al Señor bajo el cuidado del Sacerdote Elí; este era ya de edad avanzaba y un día mientras Elí descansaba en su habitación, el joven Samuel que dormía en el santuario, donde se encontraba el arca de Dios, el Señor, llamó a Samuel y este le respondió: Hineni.

Samuel estaba durmiendo en el templo de Jehová, donde estaba el arca de Dios; y ante que la lámpara fuera apagada, Jehová llamó a Samuel; y él le respondió: Heme aquí. (1 Sam. 3:3-4)

No sabía que era el Señor quien lo llamaba, pero respondió, heme aquí. Pensaba, al ser joven e inexperto en las cosas de Dios, que era Elí quien lo llamaba; así que, al darse cuenta Elí que era Dios quien llamaba a Samuel, tuvo que decirle: Ve y acuéstate, si alguien vuelve a llamarte, dile: Habla Señor, que tu siervo escucha. (1 Samuel, 3:7-10)

Por decirle Samuel hineni (heme aquí) a Dios, llegó a ser un gran profeta y juez de Israel, quien restauró la ley, el orden, y la adoración religiosa en la tierra de Israel.  Ungió además como rey de Israel a Saul y posteriormente a David.

ISAÍAS

Lo único que se sabe del profeta Isaías era que era hijo de Amoz y pertenecía a una familia aristocrática, ya que, según la tradición judía, su padre era hermano del rey Uzías. Comenzando desde muy joven su llamado profético.  

Tuvo una visión, en el año que murió el rey Uzías, que muchos eruditos creen que fue el inicio de su llamamiento a la función profética. Va, pues, Isaías a comenzar su ministerio con una visión de la gloria de Dios.

 En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo.  Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. (Isaías, 6:1-3)

Durante la visión, al ver (sin merecerlo) en su trono, al rey de Gloria, se siente tan inmundo, que cree morir. Pero uno de los serafines tomando con unas tenazas un carbón encendido del altar, toca los labios de Isaías y lo limpia de pecado.  

Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.  Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. (Isaías, 6:5-7)

Una vez limpios los labios por el fuego del altar, el joven profeta, oye la voz del Señor, diciendo ¿A quién enviaré, y quien irá por nosotros? Y sin saber a donde debía ir, ni que decir, responde Isaías: Hineni, envíame a mí. 

Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. (Isaías, 6:8)

Sirvió Isaías al Señor hasta su cruel muerte. Profetizó sobre la venida del Mesías, su nacimiento virginal, su sufrimiento y glorificación, y su papel como luz para las naciones. Simplemente por decirle al Señor: Heme aquí, envíame a mí.

ANANÍAS

Resulta que un tal Saulo, fariseo, estricto cumplidor de la ley mosaica, perseguía a los seguidores de Jesús para apresarles, castigarles e incluso darles muerte, se acercaba peligrosamente a Damasco, donde vivía un discípulo de Jesucristo llamado Ananías.   

Pero que, al llegar cerca de Damasco, un fuerte resplandor del cielo, rodeó a Saulo haciéndole caer al suelo; oyendo a la vez una voz que le decía: Saulo, ¿Por qué me persigues?  Era el Señor Jesucristo que le recriminaba su actitud.  Quedó ciego y tuvo que ser llevado de la mano a Damasco. (Hechos, 9: 3-8)

Ananías, varón piadoso y de buen testimonio, (Hechos, 22:12) que como hemos dicho vivía en Damasco, en visión le dice el Señor: Ananías, y sin saber que requería el Señor de él, respondió: Hineni, Señor.   

Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. (Hechos, 9:10-12)

Y no solo recobró Saulo la vista, sino que fue lleno del Espíritu Santo al imponerle las manos Ananías;  el Señor le comisionó  para que diera  a conocer  tanto  a judíos como gentiles, incluso a reyes, la palabra y el nombre del Señor.

Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.  Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. (Hechos, 9:17-18)

Personaje decisivo, Saulo, para la propagación del evangelio de Jesucristo (Rom. 15:18-19). Se dedicó en cuerpo y alma a difundir el mensaje de Jesús, desde Jerusalén y Asia Menor, hasta Roma. Autor de gran parte del Nuevo Testamento. Sirvió al Señor hasta su muerte, simplemente, porque un discípulo llamado Ananías, al llamarle su maestro, respondió: Heme aquí, Señor

Y aunque no fue un camino de rosas, para todos los que le dijeron HINENI a Dios, ninguno se arrepintió de decirle al Señor:   HEME AQUÍ, cuando les llamó.

Por lo que doy gracias a Dios, por todos aquellos, que, al llamarles el señor, responden alto y fuerte: HINENI, SEÑOR.

 Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros?   Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.  (Juan, 6:67-68)

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios. 

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